Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Con esta celebérrima frase iniciaron, en 1848, Karl Marx y Friedrich Engels el Manifiesto comunista. Pero, ¿y hoy?, “¿qué fantasma recorre hoy Europa?”, se pregunta Juan Carlos Rodríguez al inicio de su nuevo ensayo, De qué hablamos cuando hablamos de marxismo. Desde luego –se responde el autor– no es el del comunismo, sino el del capitalismo neoliberal.

Porque, en efecto, el capitalismo parece haberse convertido en un fantasma. No en balde cumple el requisito básico que debe caracterizar a un fantasma: es invisible, no lo vemos. Pero, ¿por qué no lo vemos? El capitalismo se ha hecho naturaleza, es nuestra vida, se ha convertido en nuestra piel y en nuestro inconsciente. Está dentro de nosotros. Y en consecuencia podemos ver sus efectos (sus guerras, su paro, sus recortes, su corrupción y su muerte), pues están delante de nuestros ojos a diario, pero somos incapaces de señalar con el dedo al capitalismo como la causa que los origina. Se ven los efectos pero no las causas. Luego, las consecuencias políticas son inmediatas. De este modo tan claro lo explica Juan Carlos Rodríguez en De qué hablamos cuando hablamos de marxismo:

“Si la infraestructura (o sea, las relaciones socio-económicas) se convierten en un fantasma evanescente, entonces nadie –y nunca jamás– va a hablar o a luchar contra el capitalismo en sí mismo, sino solo contra sus pequeños o grandes fallos o lagunas: contra los banqueros malos, contra los ejecutivos deshonestos, contra los jueces corruptos, contra los gobiernos aviesos, contra la Merkel déspota, lo que se quiera. No importa, puesto que el capitalismo es nuestra vida sin más y contra eso no se habla. Por eso decimos que hoy el capitalismo como tal, su infraestructura de explotación de vida, ha desaparecido, se ha evaporado de nuestro lenguaje de nuestro consciente/inconsciente cotidiano”.

Si el capitalismo se ha convertido en fantasma y por consiguiente no lo vemos, ¿cómo combatirlo? La respuesta parece clara: volviendo a hablar de marxismo. Porque solamente el marxismo es capaz de hacer visible lo invisible, de objetivar el capitalismo, de hacer sólido lo que se desvanece en el aire, de materializar el fantasma, de devolverle el cuerpo. Ya no basta con arrancarle al capitalismo el velo idealista que cubría sus relaciones sociales; más bien se trata de echarle el velo encima al fantasma, de cubrirlo con una sábana, para saber por dónde anda.

Pero, ¿cómo lograrlo?, ¿cómo hablar de marxismo hoy? De nuevo la respuesta parece bastante obvia: hablando desde la explotación y contra la explotación; pero más complicado resulta construir este discurso. Es ciertamente una tarea ardua hablar de marxismo, articular un discurso desde y contra la explotación, si tenemos en cuenta, como mínimo, las cuatro dificultades que se extraen del ensayo de Juan Carlos Rodríguez para hablar de marxismo hoy, cuando el fantasma de la explotación ha pasado a integrarse en nuestra cotidianidad.