En todo hombre dormita un profeta, y cuando se despierta hay un poco más de mal
en el mundo... La locura de predicar está
tan anclada en nosotros que emerge de
profundidades desconocidas
al instinto de conservación. Cada uno espera
su
momento
para proponer algo: no importa el qué. Tiene una voz: eso basta. Pagamos caro no ser
sordos ni mudos...
De los desharrapados a los snobs, todos gastan su generosidad criminal, todos
distribuyen recetas de felicidad, todos quieren dirigir los
pasos de todos: la vida en
común se hace intolerable y la vida consigo mismo más intolerable todavía: cuando no
se interviene en los asuntos de los otros,
se está tan inquieto de los propios que se
convierte al «yo» en religión o, apóstol invertido, se le niega: somos víctimas del juego
universal...
La abundancia de soluciones a los aspectos de la existencia sólo es igualada por su
futilidad.
La Historia: Manufactura de ideales... , mitología lunática... frenesí de hordas
y de solitarios, rechazo de aceptar la realidad tal cual es, sed mortal de ficciones...
La fuente de nuestros actos reside en una
propensión inconsciente a considerarnos el
centro, la razón y el resultado del tiempo. Nuestros reflejos y nuestro orgullo
transforman en planeta la parcela de carne
y de conciencia que somos. Si tuviéramos
el justo sentido de nuestra
posición en el mundo, si
comparar
fuera inseparable de
vivir, la revelación de nuestra ínfima presencia nos aplastaría. Pero vivir es cegarse
sobre sus propias dimensiones...
Si todos nuestros actos, desde la respiración hasta la fundación de imperios o de
sistemas metafísicos,
derivan de una ilusión sobre
nuestra importancia, con mayor
razón aún el instinto profético.
¿Quién, con la exacta visión de su nulidad, intentaría
ser eficaz y erigirse en salvador?
Nostalgia de un mundo sin «ideal», de una agonía sin doctrina, de una eternidad sin
vida... El Paraíso... Pero no podríamos existir un instante sin engañarnos: el profeta en
cada uno de nosotros es el rasgo de locura
que nos hace prosperar en nuestro vacío.
El hombre idealmente lúcido, luego idealmente
normal, no debería tener ningún
recurso fuera de la
nada
que está en él... Me parece oírle: «Desgajado del fin, de todos
los fines, no conservo de
mis deseos y mis amarguras si
no las fórmulas. Habiendo
resistido a la tentación de sacar conclusiones, he vencido al espíritu, como he vencido
a la vida por el horror a buscarle una solución. El espectáculo del hombre -¡qué
vomitivo! El amor-, un encuentro de dos salivas... Todos los sentimientos extraen su
absoluto de la miseria de las glándulas. No
hay nobleza sino en la negación de la
existencia, en una sonrisa que domina paisajes aniquilados. (En otro tiempo, tuve un
«yo», ahora no soy más que un objeto. Me atraco de todas las drogas de la soledad;
las del mundo fueron demasiado débiles para
hacérmela olvidar.
Habiendo matado el
profeta en mí, ¿cómo conservaré aún un sitio entre los hombres?)».
emil michel cioran - breviario de podredumbre
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