Tenía poco más de un año de vida. Debía ser en uno de sus desplazamientos por el litoral, roja, blanca, joven, cuando un desaprensivo usuario la secuestró y la terminó lanzando al mar, no sin antes arrancar el guardabarros trasero y la luz delantera.


Tenía poco más de un año de vida. Debía ser en uno de sus desplazamientos por el litoral, roja, blanca, joven, cuando un desaprensivo usuario la secuestró y la terminó lanzando al mar, no sin antes arrancar el guardabarros trasero y la luz delantera. El 'bicing' número 22.202 nació el 27 de enero de 2015 y su rastro se perdió el 6 de febrero de 2016. Era una bici joven. La semana pasada fue rescatada por un grupo de voluntariosos submarinistas que cada año, desde 2008, limpian el fondo marino. Su aspecto hacía temer lo peor, pero parece que no está todo perdido a pesar de haber estado cuatro meses bajo el agua: una vez llegue al taller, se limpiará y se intentará volver al sistema después de una exhaustiva reparación, explican en el periodico.

La bicicleta fue usada en 2094 ocasiones y el 33,23% de los viajeros la cogieron prestada entre las 18 y las 23 horas. Ha sido un ejemplar básicamente de la zona centro. En el Eixample ha pasado el 35,5% de su vida, mientras que el taller ha pasado 16 veces. Los mecánicos, de hecho, reparan diariamente 250 bicicletas de las 6.000 que configuran este sistema público que el próximo año cumplirá 10 años. Israel Bastida, guardia urbano e impulsor de esta limpieza anual del fondo marino, dice que la bici fue encontrada el jueves en el espigón izquierdo de la playa del Bogatell, justo donde se encuentra la rampa que da acceso a la base náutica municipal. El rufián se debía lanzar por la pendiente, volviendo a la superficie y dejando a merced de la marea la bicicleta, que terminó atascada entre dos rocas. No fue difícil sacarla. Primero, hasta la embarcación de apoyo de la Urbana. Después, hasta el club Vanes Dive, que colabora en el desescombro desde el primer día.

No es bueno que pasen hechos como éste en una ciudad moderna, se supone que los bienes públicos deberían no ya respetarse, sino cuidarse, y no ya por qué cueste dinero, sino por educación y respeto a uno mismo. No se puede considerar una gamberrada porque es más que eso: El rufián se debía lanzar por la pendiente, volviendo a la superficie y dejando a merced de la marea la bicicleta, que terminó atascada entre dos rocas, dicen, presuponiendo que fue un hombre, o más bien un joven, tal vez porque saben que una mujer, una joven, o un homosexual difícilmente perpetrarían un acto de este tipo, son en este y otros sentidos mucho más educados y civilizados que los hombres. La bicicleta 22.202 volverá a circular dentro de poco tiempo, hasta que otro rufián la dañe, estúpidamente, sólo porque sí, para hacer daño sin motivo ni razón, por pura estulticia inmadura de una especie perversa per se, los homínidos machos.
Y por último, la gran pregunta que me hago a menudo: si la llaman o llamamos bicicleta, -antes la llamaban velocípedo- ¿porque a los que la usan no les decimosact ciclistas?