La distinción que encontramos en el infortunio (como si fuera un signo de vulgaridad, de falta de ambición, sentirse feliz) es tan grande, que si decimos a una persona "Pero, ¡qué feliz es usted!", En general protesta, decía Nietzsche. Lo que nos pasa es que sólo somos capaces de percibir la felicidad o el infortunio en los otros, ignorando o pretendiendo ignorar o reconocer en ambos casos el nuestro. Obviamente, el éxito es siempre mérito nuestro y el fracaso culpa de los demás o de las circunstancias.
Dirección única. Abluciones
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"Y para ver hay que elevar el cuerpo,
la vida entera entrando en la mirada"
Claudio Rodríguez, poema *Hacia la luz*.
El hombre abre l...
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