La distinción que encontramos en el infortunio (como si fuera un signo de vulgaridad, de falta de ambición, sentirse feliz) es tan grande, que si decimos a una persona "Pero, ¡qué feliz es usted!", En general protesta, decía Nietzsche. Lo que nos pasa es que sólo somos capaces de percibir la felicidad o el infortunio en los otros, ignorando o pretendiendo ignorar o reconocer en ambos casos el nuestro. Obviamente, el éxito es siempre mérito nuestro y el fracaso culpa de los demás o de las circunstancias.