En el caso de Nadia Nerea la sensación es que más que dejadez de los medios en contrastar la noticia y seguirla, lo que ha habido es buena fe. A nadie se le puede pasar por la cabeza que un padre pueda urdir una estafa de esta magnitud con el señuelo de su hija enferma.
Nadia nació con una enfermedad de las denominadas raras. De la desgracia, su padre quiso sacar provecho y se sumergió en una dinámica pedigüieña que llegó a miles de euros al ser difundida por las redes y algunos medios de comunicación. Un padre que ya tenía su experiencia en estafas, según se ha sabido posteriormente, y que creó una maquinaria obscena de recaudación.
El relato era el ideal. una niña pequeña. Una enfermedad incurable. Unos padres desesperados. Con un solo clic, contribuyes a difundir la historia. ¡Qué fácil! Con un leve esfuerzo, destinábamos unos euros al milagro. Entonces, la gratificación moral era mucho más grande, y como ha pasado en muchos otros casos, nadie ha dudado de la veracidad del caso y desde 2009 han ido ayudando.
Recibí hace tiempo un correo de este caso, como de muchos otros en recibo de Change.org, Verkami u otros, y no quise saber nada, pero es ya por sistema, como no quiero saber nada y no me gusta que se celebre la marató de TV3, u otras por el estilo, por más dinero que recaude y se destine correctamente a investigación, porqué esta tarea solidaria no corresponde a los ciudadanos sino al Gobierno que es el que tiene que poner todos los medios necesarios. No se puede delegar casi todo en los ciudadanos en este tipo de casos.
Este es el mecanismo emocional que apela a nuestra generosidad, a pesar de que, de un modo racional, habría maneras más efectivas de apoyar la Nadia, u otros casos, empezando por votar los que creen en la sanidad pública y que defienden las ayudas a la dependencia. Esto no es caridad digital, es compromiso político, que no es tan fácil ni tan inmediato pero es lo que debería ser.

Josu Mezo no es periodista sino profesor de sociología de la Universidad Castilla-La Mancha, en Toledo, pero desde el 2004 escribe el blog Malaprensa.com (premio Bitácoras 2014 al mejor blog de periodismo), donde critica las malas prácticas en el rigor de la prensa “como ciudadano preocupado”. Su denuncia de las posibles mentiras del ‘caso Nadia Nerea desató la tormenta mediática que ha conducido a la investigación judicial. en el periódico le han entrevistado.
-¿Qué fue lo que más le llamó la atención del caso Nadia? - Hay dos partes. Primero un periodista de 'El Mundo' escribe algo completamente enloquecido, con aspectos novelescos [un científico al que persigue por todo EEUU, la visita a un médico en Afganistán "bajo las bombas", una donante anónima de la que sabe hasta cuanto cobra, una llamada de Al Gore...] que sorprende que no hayan pasado un proceso editorial en el que alguien los ponga en duda, y más en una edición en papel, a la que se supone que le pides más calidad porque además han de seleccionar más lo que ponen por un tema de espacio. Desde fuera de los medios, como lector, hace que pongas en duda que la historia pueda ser cierta. Luego ves que muchas personas la comparten en redes sociales, entre ellos periodistas muy conocidos que debían tener la guardia baja porque no se plantearon la veracidad.
-¿Nos pierde una buena historia o en las redes sociales la gente no lee lo que comparte? Parece que ya se sabe que no. Hay un estudio de la Universidad de Columbia que demuestra que se comparte sin leer, solo a partir del titular. Pero en esta historia no era así. El titular era oscuro y tenías que haber leído al menos un par de párrafos para ver de qué iba.
-Pero varias puntos ya sorprendían del caso. ¿Por qué no saltó antes la liebre? No he hecho una indagación completa, pero ya antes se ven cosas raras. Si lees en un periódico que una niña está enferma y que una operación le da cuatro años de vida, pues no dices que es imposible; pero si se llega a ciertos extremos en la historia, deberían saltar las alarmas.
-¿Falta cultura científica o somos demasiado crédulos? Un poco las dos cosas. La propia descripción de la enfermedad que da el padre, que habla de que si la niña llega a tener un determinado tanto por ciento de células muertas se muere, ya hace sospechar. Pero él puede explicarlo así para hacerlo comprensible; el periodista no. El padre puede explicarse con disparates, pero la obligación del periodista es buscar a un médico y hacer que se lo cuente bien. Hay gente que vive con la incredulidad puesta y otra a la que, como le toques la fibra sensible, todo le parece bien. Se ha visto, por ejemplo, en las polémicas entre independentistas y no independentistas sobre el 'caso Pujol', o en las del PP y PSOE con Podemos… Si la historia es emocionante, parece que cuela más, pero si a mí me explican que un padre ha llevado a su hija al médico a Afganistán bajo las bombas, yo no lo planteo como un héroe, pido que le retiren la patria potestad.