ADIÓS ESPAÑA


Maragall acababa con un 'Adiós España' decepcionado: una despedida en efecto. Espriu parece comenzar con un 'Buenos días, España' esperanzado en la tragedia: un saludo. En la medida en que unos hombres hablan de la misma manera - cuando hablan naturalmente - se mantienen en una unidad recortada, incisiva, entre los hombres que hablan de otras maneras. Una lengua no es toda la sociedad: es, sin embargo, la clave, decía Fuster. 
Maragall más decepcionado llegó al punto de lucidez de entender que con España (Madrid ) no había nada que hacer, mientras Espriu, más místico y iluso, creía posible entenderse con España, catalanizarla, lo que Pujol llamaba explicarse, hacer pedagogía. 
El tiempo ha demostrado que Espriu o Pujol (éste lo ha reconocido) estaban perdiendo el tiempo, que con España, como le pasaba al muchacho del velatorio de la abuela que contaba Cioran, al decirle este: no hay nada que hacer, señor, no hay nada que hacer. Y eso Maragall lo tenía muy claro.

Dicho esto, he recuperado un texto antiguo que creo era de Gregorio Luri, pero no estoy seguro de ello, aunque vale la pena quedarse con la reflexión: 

"También habría que reconocer que en Catalunya el problema es que no hay nacionalistas en términos de política real. Catalunya cansa, a todos, los de dentro y los de fuera. No por la permanente reivindicación, más o menos común en diversos grados, sino por la reiteración y la falta de una realpolitik, que establezca el dia a día como fórmula prioritaria y el nacionalismo como magma, secundario si se quiere, pero alimentador de acción y voluntad. Aquí "la voluntad de poder" de la que habla Nietzsche, es de una brutalidad tremenda y el acoso de las formaciones políticas a ellas mismas, desmoralizador. 
Cuando se habla de una refundación nacionalista intuye una fractura enorme en la sociedad catalana, al estilo de la vasca. Y si no se habla de ella lo que se pretende es fagotizar los nacionalistas que van de un lugar a otro sin saber dónde quedarse. 

"Cicerón, en el enfrentamiento entre César y Pompeyo, escribió a su amigo Ático una frase fantástica que va al pelo: se de dónde quiero salir pero no a dónde ir".

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