Donald Trump llama enemigos del pueblo los medios de comunicación que no le son afines. Y actúa como si realmente lo fueran. Medios tan prestigiosos como The New York Times, Politico, la CNN, o Los Angeles Times han sido vetados para acceder al encuentro con su portavoz, Sean Spicer. Muchos estamentos oficiales se mueven entre profilácticos comunicados de prensa y portavoces de tercera, han descubierto que ya no necesitan la prensa, más bien los hace nossa. Y el problema es que no pasa nada. Es como si la información no fuera esencial para que una sociedad sea libre a la hora de informarse.

A día de hoy hay una corriente que intenta dar la misma credibilidad a una cuenta de Twitter o Facebook que en una cabecera reconocida. Y evidentemente, parte de la culpa también la tiene el periodismo. Ha habido y hay demasiadas componendas con el poder en muchos casos. El periodismo de investigación no ha sido el más apoyado. Poco a poco, con la irrupción de la digitalidad, en las cabeceras de muchos diarios llegaron los problemas financieros hasta que, como ocurre en muchos casos, cuelgan de los bancos y de los intereses de sus accionistas. En el primer mundo, el poder ya no responde ante la prensa. O no como antes. Enfrente nos plantifica un curtido departamento de prensa para que lo trascienda no sea el más feo, explica Manel Fuentes. En otros mundos, a los periodistas incómodos les silencia o se les mata. Y no pasa nada.

Algún editor ególatra tampoco ha ayudado a que la ciudadanía tenga una gran opinión del colectivo o de los medios, pero ahora ya se han traspasado las líneas rojas del peligro. Hoy para muchos informarse es consultar Twitter o Facebook. O sea los tuits o los posts de las cuentas elegidos por ellos. Por tanto, el sesgo y la brecha para abrazar otras opiniones complementarias a las de uno está creciendo exponencialmente.

La saturación de información actual no genera pasado, sólo acumula impactos, verdades o mentiras consumidas rápidamente. Este es hoy gran parte del público, hooligans sesgados que consumen información sin contexto, acumuladores y generadores de impactos en tiempo plano mientras el poder real se privatiza y transforma el deber de dar respuesta a la ciudadanía en un capricho. Sin no somos capaces de tener conciencia general de la importancia de la información y de lo que cuesta, que consumen mundos informativos cerrados y contaminados, ¿quién se puede extrañar de resultados electorales recientes y los que vendrán ?.

La prensa ha muerto, sólo que aún no lo sabe, y con ella la verdad. Ya no importa la verdad de los hechos, sino la reconstrucción de la verdad al gusto del poder, el doblepensar, a que se refería Winston al Ministerio de la verdad. Y esta es la primera víctima después de la verdad de la nueva manera de informar y de informarse en la era de la saturación informativa, donde ha acabado triunfando la postveritat.