No todo el mundo es capaz de aburrirse, el tedio exige una predisposición personal, tener imaginación, no es fácil saber aburrirse, y os lo dice uno que ya nació aburrido, y continúa igual más de setenta años después.
El aburrimiento no deja de ser una de las características de una vida razonable y cómoda, por eso hay una cierta tendencia a distraerse con todo aquello que signifique salirse de las reglas del juego. Y, el aburrimiento, en el caso de una sociedad superficial y decadente como la actual nos lleva a situaciones extrañas y paradójicas, hasta llegar a la ocifòbia que describe aquí el psicólogo Rafael Santandreu. Un tema el aburrimiento que puede dar lugar a una sencilla y deliciosa reflexión de Joan Fuster.
El bebé, que era de los que se portan bien por principio, estaba quieto, con los ojos muy abiertos y los puños cerrados como la mayoría de bebés. La señora que estaba de visita, lo venía comprobando desde hacía un rato largo, Por fin comentó filosóficamente:
- ¡Pobres criaturas! Deben aburrirse mucho.
- ¡Pobres criaturas! Deben aburrirse mucho.
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