De todos los países de Europa, el predilecto de Cioran, su obsesión, su límite y su infierno, era España. Leyéndolo, él, hace necesario que un país como España exista. En mística y en blasfemias, en fanatismo, en este sentido trágico de la vida, sangre, ímpetu y desesperanza, en azar y fatalismo, tienen las raíces más largas y más profundas que cualquier otro país: han llevado a su límite la experiencia de vivir, han transgredido todos los límites, todo es excesivo. Lo que mejor podría definir todo esto son los toros, impensables fuera de España, ellos son en sí este sentido trágico, fatalista, fanatismo religioso, sangre, muerte... 
No se puede entender España si no se entienden los toros. Y digo España desde Cataluña, que sería algo diferente, el fatalismo y el sentido trágico de la vida aquí no lo usamos mucho, nosotros somos más del mercadeo y el fariseísmo, y por lo tanto del cuplé. Cosas de un país de botiguers.