Lo que quiero explicar es el recuerdo de un día como hoy hace años, y a pesar del tiempo transcurrido lo tengo fresco en la memoria, es de aquellas situaciones que no se olvidan, o que tal vez suceden precisamente para no ser olvidadas .
"Ya estamos en el día de la Hispanidad, de la raza, de la" Victoria "o de la" Pilarica ", o como le quieran decir, pués ha ido cambiando su denominación de origen con el paso de los años. Diría que se ha ido adecuando su denominación según convenía o correspondía, pero de hecho no deja de ser el día que no se debería celebrar, que más valdría callarse y quedarse quieto. el mal hecho fue mucho y allí todavía se acuerdan, y actualmente que se supone no tenemos ya ínfulas imperialistas (se supone, ay!) quizás deberíamos pasar de puntillas por vergüenza propia y ajena y celebrar otras zarandajas.
De uno de estos 12 de octubre tengo un recuerdo extraño pero que ha persistido en mi memoria con el paso del tiempo: Tendría ocho o nueve años, y con mi padre y mi madre con la Rieju con sidecar habíamos ido a Lliçà de Vall a pasar el día de fiesta. En aquella época era muy frecuente ir a pasar el día al campo, donde se comía y se hacía fuego para cocer la carne y curiosamente a pesar de ser muchos los catalanes que tenían esta costumbre, no había ningún incendio y el bosque estaba limpio. Las tiendas de los pueblos abrían el domingo (el negocio es el negocio) y allí en Lliçà de Vall nos paramos a comprar algo que nos faltaba.
En un bar, o quizás era el casino, tenían puesta una de las primeras televisiones donde estaban dando - en blanco y negro - el "desfile de la victoria" por televisión española. Todo el mundo o casi todo el mundo estaba pegado ante la caja cuadrada mirando aquel desfile de soldados en el único día donde no pueden hacer pues están desfilando, supongo que más embelesados por el hecho de ver la Tele que por el espectáculo, y en este mundo se debían incluir a mis padres.
Me aburría soberanamente viendo lo que no me interesaba y salí a la carretera a jugar con el balón; estaba solo, bien no del todo, un hombre mayor sentado sobre un pilón, llevaba un traje de pana negra muy deteriorado, un caliqueño colgaba de sus labios y se cubría la cabeza con una boina también negra. (Si no fuera porque no podía ser podría haber estado Josep Pla).
.
Lo miré, se me hacía raro con la expresión tan seria, el caliqueño y la boina, triste más bien, sería la forma de definirlo
- No vas a ver la televisión como todo el mundo? - me dijo.
- Es que me aburro, fue mi respuesta.
Entonces el hombre se levantó y me dijo: Haces bien, estos desgraciados están boquiabiertos mirando como desfilan los que los han conquistado, oprimido y aniquilado, como se puede ser tan estúpido para contemplar esta obscena exhibición de máquinas de matar? Hace cuatro días que terminó la guerra y ya se han olvidado.
- No lo sé, le contesté, mi padre dice que en la guerra todos eran malos, y que ahora al menos vivimos en paz.
El hombre es levantó y me dijo:
Eres demasiado pequeño aún, no se por qué te he dicho estas cosas, venga, que tú y yo jugaremos a la pelota ... y la tocaba bien.
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"Ya estamos en el día de la Hispanidad, de la raza, de la" Victoria "o de la" Pilarica ", o como le quieran decir, pués ha ido cambiando su denominación de origen con el paso de los años. Diría que se ha ido adecuando su denominación según convenía o correspondía, pero de hecho no deja de ser el día que no se debería celebrar, que más valdría callarse y quedarse quieto. el mal hecho fue mucho y allí todavía se acuerdan, y actualmente que se supone no tenemos ya ínfulas imperialistas (se supone, ay!) quizás deberíamos pasar de puntillas por vergüenza propia y ajena y celebrar otras zarandajas.
De uno de estos 12 de octubre tengo un recuerdo extraño pero que ha persistido en mi memoria con el paso del tiempo: Tendría ocho o nueve años, y con mi padre y mi madre con la Rieju con sidecar habíamos ido a Lliçà de Vall a pasar el día de fiesta. En aquella época era muy frecuente ir a pasar el día al campo, donde se comía y se hacía fuego para cocer la carne y curiosamente a pesar de ser muchos los catalanes que tenían esta costumbre, no había ningún incendio y el bosque estaba limpio. Las tiendas de los pueblos abrían el domingo (el negocio es el negocio) y allí en Lliçà de Vall nos paramos a comprar algo que nos faltaba.
En un bar, o quizás era el casino, tenían puesta una de las primeras televisiones donde estaban dando - en blanco y negro - el "desfile de la victoria" por televisión española. Todo el mundo o casi todo el mundo estaba pegado ante la caja cuadrada mirando aquel desfile de soldados en el único día donde no pueden hacer pues están desfilando, supongo que más embelesados por el hecho de ver la Tele que por el espectáculo, y en este mundo se debían incluir a mis padres.
Me aburría soberanamente viendo lo que no me interesaba y salí a la carretera a jugar con el balón; estaba solo, bien no del todo, un hombre mayor sentado sobre un pilón, llevaba un traje de pana negra muy deteriorado, un caliqueño colgaba de sus labios y se cubría la cabeza con una boina también negra. (Si no fuera porque no podía ser podría haber estado Josep Pla).
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Lo miré, se me hacía raro con la expresión tan seria, el caliqueño y la boina, triste más bien, sería la forma de definirlo
- No vas a ver la televisión como todo el mundo? - me dijo.
- Es que me aburro, fue mi respuesta.
Entonces el hombre se levantó y me dijo: Haces bien, estos desgraciados están boquiabiertos mirando como desfilan los que los han conquistado, oprimido y aniquilado, como se puede ser tan estúpido para contemplar esta obscena exhibición de máquinas de matar? Hace cuatro días que terminó la guerra y ya se han olvidado.
- No lo sé, le contesté, mi padre dice que en la guerra todos eran malos, y que ahora al menos vivimos en paz.
El hombre es levantó y me dijo:
Eres demasiado pequeño aún, no se por qué te he dicho estas cosas, venga, que tú y yo jugaremos a la pelota ... y la tocaba bien.
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