ESTO NO ES UNA PIPA


Llamarlo dictadura, es una exageración que trivializa el fascismo y oculta el verdadero problema: que vivimos en un régimen fallido ante el que la mayoría no se rebela porque la simulación de democracia es un éxito.
Proceso el que tiene el PP colgado. Los populares hablan de las causas contra el independentismo para que no hablemos de las suyas. Hasta Rajoy se ha ido a hacer cosas a Cataluña para distraer la atención de la que le está cayendo en Génova. Y va por ahí ondeando la bandera de la legalidad mientras una jueza procesa a su partido por la presunta destrucción de los discos duros de Bárcenas y a dos de sus miembros por el delito de encubrimiento. Lo típico de las democracias avanzadas. El partido del gobierno sentado en el banquillo de los acusados por machacar pruebas clave que le incriminan en una trama de financiación ilegal. Y nadie dimite, ni pasa nada. Nunca. Que caiga el peso de la ley… sobre los catalanes.

El que presume de hacer cumplir la legalidad, acusado de violarla y obstruir a la Justicia. Rajoy presume del 155 para tapar los 35 martillazos que le dieron a los discos. También se precia de colaborar con la judicatura, pero lo cierto es que su partido no sólo ha hecho desaparecer evidencias, además desatendió durante semanas su requerimiento y ha intentado por todos los medios que se cerrara el juicio, parece que pactando con Bárcenas para que retirase la acusación a cambio del trato de favor a su señora. Pero esta vez no han podido colocar a un magistrado que les afine el caso.

Sí lo han hecho en el juicio por la caja B -otra de las piezas del interminable rompecabezas de la corrupción del PP- en el que su “querida Concha” Espejel, como la llama Cospedal, ha apartado al magistrado que llamó a declarar a Rajoy. Cuando no pueden eliminar las pruebas ni el juicio, fulminan a los jueces. Aplauden la independencia judicial cuando persigue al independentismo, mientras la destrozan a mazazos cuando la magistratura les levanta las alfombras. Es el mismo gobierno que utiliza a la policía y a los medios para extorsionar a los rivales, los decretos y los tribunales para perseguir a disidentes, las porras y las pelotas de goma para atacar a los manifestantes, las fortunas y los bancos para dictar las leyes y financiarse ilegalmente.

Y luego lo llaman democracia y separación de poderes y se llaman garantes de la legalidad y defensores del Estado de derecho, pero no lo son. Tenemos los mecanismos democráticos, pero están tan pervertidos, secuestrados y manipulados, tan amenazadas la igualdad y las libertades, que la soberanía popular es una entelequia. Un simulacro.

Los controles sólo funcionan para la masa, nunca para el poder. La oposición legitima a un ejecutivo corrupto y juntos sirven a las élites en contra del interés general. De la monarquía a la banca, el orden establecido es intocable e impositivo. Tenemos además un gobierno autoritario y antidemócrata que se niega a juzgar a los fascistas y añora tener a los franquistas en las calles, como acaba de hacer el presidente del gobierno.

Llamarlo dictadura es una exageración que trivializa el fascismo y oculta el verdadero problema: que vivimos en un régimen fallido ante el que la mayoría no se rebela porque la simulación de democracia es un éxito. Pero como en el famoso cuadro de la pipa Magritte, lo que vemos no es la realidad, es sólo su representación. Esto no es una democracia. En todo caso, es una democracia de mierda. Javier Gallego - eldiario.es

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