Desde los pasados 10 o 15 años podemos decir que el mundo vive un nuevo orden mundial. Pero en realidad no es un nuevo orden, sino un nuevo caos mundial. Y este caos viene generado por unas turbulencias que no son de carácter político, sino económico. Y todo lo que estas estructuras y personas deciden se enfoca únicamente a dos propósitos: a obtener más beneficios y, el segundo, no a mantener el orden sino a contribuir a que todos nosotros aceptemos de forma pasiva las condiciones que imponen precisamente para obtener más beneficios - John Berger
Sabemos que los poderes públicos y los medios de comunicación de masas utilizan hoy día la palabra libertad para traicionarla y ensuciarla. Pero cuando pienso en lo que pasa en el mundo me doy cuenta que ahora es más necesario que nunca resistir. Ese momento, cuando decides resistir y luchar, es cuando empiezas a dar los primeros pasos para dejar de ser lo que nos obligan de alguna forma a ser y empezar a ser algo que eliges, y es cuando protestas. Porque protestar es negarnos a ser reducidos a cero y a que se nos imponga el silencio. Por tanto, en cada momento que alguien hace una protesta, por hacerla, se logra una pequeña victoria. El momento, aunque transcurra como cualquier otro momento, adquiere un cierto carácter indeleble. Se va y sin embargo dejó impresa su huella. Lo principal de una protesta no es que sea un sacrificio efectuado en pos de un futuro alternativo más justo.
Primero que nada, distinguir entre ser simple y simplificante. Simple tiene que ver con reducir o ser reducido a lo esencial. Mientras que la simplificación es usualmente parte de una maniobra en alguna lucha por el poder. Las simplificaciones sirven a quien las hace. La mayoría de los líderes políticos simplifican, mientras que aquellos que no tienen poder reaccionan simplemente a lo que ocurre. Con frecuencia hay un abismo entre ambas actitudes.
Lo distinto de esta tiranía global de hoy es que no tiene rostro. No es el Führer, ni Stalin ni un Franco. Sus maniobras varían según cada continente y sus maneras se modifican de acuerdo a la historia local, pero su tendencia panorámica es la misma: una circularidad represiva.
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