La investidura de Carles Puigdemont, propuesta por el presidente del parlamento catalán, Roger Torrent, corre el serio riesgo de derivar en nada, en un brindis al sol, visto como reaccionan tanto los partidos republicanos catalanes como los unionistas del 155. Parece bastante claro que ni los primeros podrán votarlo, dado que el Tribunal Constitucional se encargará de impedirlo, ni los segundos podrán sustituir con un candidato provisto de la bendición de la Moncloa, dada la evidente mayoría parlamentaria independentista. Volveremos, por tanto, a la guerra de las banderas que tanto amargan a todas las fuerzas progresistas, que parecen olvidar una tercera enseña, la tricolor, que, tal vez, podría reconducir esta estéril pugna de la rojigualda contra la estelada, que tantos beneficios proporciona a la derecha en su objetivo para marcar el paso firme de la intervención de la Generalitat.
Aún no se ha fijado la fecha exacta de la próxima sesión de investidura, cuando Puigdemont ha dado ya su primer paso político, al acudir a una invitación de la Universidad de Copenhague, con la clara intención de proporcionar un claro ejemplo en la Unión Europea de derecho comparado entre la justicia de España y la de Dinamarca, como la que también intentó, en su día, establecer con la de Bélgica. La torpeza de la Fiscalía General del Estado, que reeditaba el anterior error de la juez Lamela de la Audiencia Nacional de firmar una Euroorden de detención del presidente de la Generalitat, inmediatamente corregida por el magistrado Pablo Llarena, les ha evitado a los del 155 hacer el ridículo en el escenario europeo.
Y en estas estamos en este teatro del absurdo, Esperando a Godot, sin tener ni idea de si vendrá o no; con Puigdemont, todo es posible, o como diría Elisenda Camps: dos vagabundos llamados Vladimir Torrent y Estragon Turull, le esperan en vano junto a un camino, con quien (quizás) tienen alguna cita. Cuentan que en esta tragicomedia, aparecen el cruel Pozzo Rajoy y su esclavo Lucky Zoido, seguidos de un chico que hace llegar el mensaje a Vladimir y Estragon que Godot no vendrá hoy, "pero mañana seguro que sí".
Aún no se ha fijado la fecha exacta de la próxima sesión de investidura, cuando Puigdemont ha dado ya su primer paso político, al acudir a una invitación de la Universidad de Copenhague, con la clara intención de proporcionar un claro ejemplo en la Unión Europea de derecho comparado entre la justicia de España y la de Dinamarca, como la que también intentó, en su día, establecer con la de Bélgica. La torpeza de la Fiscalía General del Estado, que reeditaba el anterior error de la juez Lamela de la Audiencia Nacional de firmar una Euroorden de detención del presidente de la Generalitat, inmediatamente corregida por el magistrado Pablo Llarena, les ha evitado a los del 155 hacer el ridículo en el escenario europeo.
Y en estas estamos en este teatro del absurdo, Esperando a Godot, sin tener ni idea de si vendrá o no; con Puigdemont, todo es posible, o como diría Elisenda Camps: dos vagabundos llamados Vladimir Torrent y Estragon Turull, le esperan en vano junto a un camino, con quien (quizás) tienen alguna cita. Cuentan que en esta tragicomedia, aparecen el cruel Pozzo Rajoy y su esclavo Lucky Zoido, seguidos de un chico que hace llegar el mensaje a Vladimir y Estragon que Godot no vendrá hoy, "pero mañana seguro que sí".
0 Comentarios