La posición y el ánimo de un etnógrafo que quisiera serlo de lo urbano no serían muy distintos de los de Jeff, el personaje que interpreta James Stewart en “La ventana indiscreta”, un reportero que vive en Greenwich Village y que se está recuperando de un accidente que lo ha dejado incapacitado por un tiempo. Se entretiene enfocando con su teleobjetivo las actividades de sus vecinos, a los que ve a través de las ventanas abiertas de un patio interior. Lo que recoge su mirada son ráfagas de vida cotidiana, cuadros que tal vez podrían, cada uno de ellos por separado, dar pie a una narración coherente. En cambio Jeff, que por su estado no puede ir más allá de las superficies que se le ofrecen, percibe un conjunto de “recortes” desconectados los unos de los otros cuyo conjunto carece de lógica: arrebatos amorosos de una pareja, actividad creativa de un compositor, cuidados de una mujer solitaria a su perrito, un matrimonio que discute, actividad de un posible asesino… 

El filme de Hitchcock está inspirado en una novela homónima de Cornell Woolrich, pero la historia se parece mucho a un relato de E.T.A. Hoffmann titulado “El primo de Corner Window”, cuyo protagonista está también impedido y dedica todo su tiempo a mirar desde la ventana de la esquina donde vive a la muchedumbre que discurre por la calle. Cuando recibe una visita, le cuenta a su amigo que le encantaría poder enseñar a aquéllos que tienen la suerte de poder caminar los rudimentos de lo que llama “el arte de mirar”, puesto que sólo estará de veras en condiciones de comprender a la multitud alguien que, como él, no pueda levantarse de una silla. Rudimentos, como se ve de una posible antropología de lo inorgánico. 

EL PATIO INTERIOR
Manuel Delgado