Lo que está ocurriendo en España tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución nos ha conducido a un 'cul de sac', a un callejón sin salida de un Gobierno, el de M.Rajoy que, cuando decidió hacer uso de la coacción que implica el mismo, pensaba en una suspensión temporal del ejercicio del derecho a la autonomía en Cataluña con el fin de volver a la normalidad lo más rápidamente posible. Veia el 155 de la Constitución como un paréntesis breve, que se extendería el tiempo necesario para la celebración de elecciones y investidura de un presidente de la Generalitat que M.Rajoy imaginaba sería otro muy distinto del que fue investido ayer.
Si la aplicación del artículo 155 de la Constitución se hubiera reducido a la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones y si a estas elecciones hubieran podido acudir los dirigentes nacionalistas sin que se hubieran activado querellas contra ellos que les llevar a la cárcel o al exilio, quizás hubiera podido abrir algún tipo de diálogo después del resultado electoral y la suspensión del derecho a la autonomía en Cataluña habría tenido una duración muy breve.
El proceso de investidura tras las elecciones del 21-D nos han demostrado que en lugar de ser un proceso protagonizado por el presidente del Parlament y el propio Parlament, ha sido dominado y viciado por el juez Pablo Llarena. A partir de este momento no sólo no hay manera de entablar ningún tipo de diálogo, sino que se avanza sin remedio en la peor dirección posible.
Quim Torra ha sido investido presidente de la Generalitat y prácticamente todo el mundo fuera de Cataluña y casi la mitad de los ciudadanos catalanes se están poniendo las manos en la cabeza a medida que han ido conociendo su trayectoria política. Nos estamos enterando de lo que este señor ha dicho y escrito a lo largo de muchos años y en qué dudosos actos reivindicativos ha asistido i organizado, cuando prácticamente nadie sabía quién era y de hecho no lo habría sabido nunca. Lo sabe por qué no ha sido Puigdemont quien ha designado Quim Torra. sino el Juez Llarena, porque fue el juez Llarena quien interrumpió el proceso de investidura de Jordi Turrull, al decidir que volviera a ingresar en prisión antes de la segunda votación y interrumpió de este modo el proceso de investidura. Tampoco dejó investir a Jordi Sánchez, y por supuesto al propio Puigdemont, aqui con la connivencia del Gobierno.
Hay problemas que sólo se pueden resolver de manera directa del principio de legitimación democrática. Cuando se hace intervenir al poder judicial, que también tiene legitimación democrática, pero indirecta, se hace imposible cualquier tipo de solución. Por ello, el artículo 155 de la Constitución en manos del juez Pablo Llarena no sólo no ha solucionado nada, sino que ha complicado la situación hasta un punto de no retorno, sobre todo con la presión de Ciudadanos e incluso el PSOE sobre M. M.Rajoy, mientras éste impotente contempla como se le escapa el control de la situación, en manos de un juez intransigente y torpe, que no hace sino certificar la quiebra de la Constitución del 78, la que sólo tiene padres. Tenemos pués el artículo 155 de la Constitución aplicado a Catalunya ad infinitum como el recuerdo de Don Andrés Iniesta.
Sólo la rendición total del soberanismo lograria levantarlo, y no parecen estos muy dispuestos a ello, al contrario, piden guerra y le hacen frente. Lo escribí el otro día, o rendición o revuelta, y las revoluciones conllevan siempre, inexorablemente sangre, sudor y lágrimas. Que mal todo, qué desastre, en qué lío nos han metido unos y otros. Por favor, que venga Pietro Germi y arregle este maldito embrollo.
Si la aplicación del artículo 155 de la Constitución se hubiera reducido a la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones y si a estas elecciones hubieran podido acudir los dirigentes nacionalistas sin que se hubieran activado querellas contra ellos que les llevar a la cárcel o al exilio, quizás hubiera podido abrir algún tipo de diálogo después del resultado electoral y la suspensión del derecho a la autonomía en Cataluña habría tenido una duración muy breve.
El proceso de investidura tras las elecciones del 21-D nos han demostrado que en lugar de ser un proceso protagonizado por el presidente del Parlament y el propio Parlament, ha sido dominado y viciado por el juez Pablo Llarena. A partir de este momento no sólo no hay manera de entablar ningún tipo de diálogo, sino que se avanza sin remedio en la peor dirección posible.
Quim Torra ha sido investido presidente de la Generalitat y prácticamente todo el mundo fuera de Cataluña y casi la mitad de los ciudadanos catalanes se están poniendo las manos en la cabeza a medida que han ido conociendo su trayectoria política. Nos estamos enterando de lo que este señor ha dicho y escrito a lo largo de muchos años y en qué dudosos actos reivindicativos ha asistido i organizado, cuando prácticamente nadie sabía quién era y de hecho no lo habría sabido nunca. Lo sabe por qué no ha sido Puigdemont quien ha designado Quim Torra. sino el Juez Llarena, porque fue el juez Llarena quien interrumpió el proceso de investidura de Jordi Turrull, al decidir que volviera a ingresar en prisión antes de la segunda votación y interrumpió de este modo el proceso de investidura. Tampoco dejó investir a Jordi Sánchez, y por supuesto al propio Puigdemont, aqui con la connivencia del Gobierno.
Hay problemas que sólo se pueden resolver de manera directa del principio de legitimación democrática. Cuando se hace intervenir al poder judicial, que también tiene legitimación democrática, pero indirecta, se hace imposible cualquier tipo de solución. Por ello, el artículo 155 de la Constitución en manos del juez Pablo Llarena no sólo no ha solucionado nada, sino que ha complicado la situación hasta un punto de no retorno, sobre todo con la presión de Ciudadanos e incluso el PSOE sobre M. M.Rajoy, mientras éste impotente contempla como se le escapa el control de la situación, en manos de un juez intransigente y torpe, que no hace sino certificar la quiebra de la Constitución del 78, la que sólo tiene padres. Tenemos pués el artículo 155 de la Constitución aplicado a Catalunya ad infinitum como el recuerdo de Don Andrés Iniesta.
Sólo la rendición total del soberanismo lograria levantarlo, y no parecen estos muy dispuestos a ello, al contrario, piden guerra y le hacen frente. Lo escribí el otro día, o rendición o revuelta, y las revoluciones conllevan siempre, inexorablemente sangre, sudor y lágrimas. Que mal todo, qué desastre, en qué lío nos han metido unos y otros. Por favor, que venga Pietro Germi y arregle este maldito embrollo.
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