Màxim Huerta, periodista valenciano conocido por su colaboración en el programa televisivo de Ana Rosa Quintana, presentador de noticias en cuatro y también por sus siete novelas publicadas, fue quizás la gran sorpresa del Gobierno presentado el miércoles por Pedro Sánchez, su perfil profesional, asociado a formatos de gran consumo, contrasta con los de otros compañeros de Gobierno que se distinguen por su currículum académico, profesional y europeo, y luego està el asunto de los tuits, la gota malaya de cualquier aspirante a cargo público 2.0.

El tiempo y la ejecutoria de Huerta dirán si ha sido una elección adecuada para el cargo. Hay que tener en cuenta un factor, cuando hablamos de cultura en pleno siglo XXI, ¿de que estamos hablando?, la televisiòn és cultura, la comunicación también y en este sentido Huerta parecería la persona adecuada, pensemos que podia haber sido peor, dicen que se ofreció este ministerio a Isabel Coixet.
A Huerta puede resultarle bastante fàcil mejorar las políticas culturales del PP. No hay que olvidar que fue el gobierno de Rajoy el que subió el IVA cultural del 8% al 21%. Huerta justificaría también su elección si consiguiera lo que no han logrado sus antecesores en el ministerio: la aprobación de una ley de Mecenazgo que aporte patrocinio privado al mundo de la cultura a cambio de desgravaciones para las compañías que inviertan en ella. Los titulares de Cultura hace muchos años que persiguen una norma de este tipo, pero hasta ahora han topado con las decisivas reticencias de Hacienda. Es probable que el PSoE apoye también, como ha anunciado, la reforma de la ley de la Propiedad Intelectual. E incluso que apruebe un estatuto del artista, otra vieja reivindicación del sector. Los principios de Màxim Huerta –que ayer dejó entrever en su discurso al afirmar que “la cultura nos hace libres y más felices”– y también su empuje serán determinantes para que tales reformas lleguen a buen puerto. Con tal fin, será bueno que el nuevo ministro se centre en el cometido para el que ha sido elegido y, en el interín, dé un respiro a su cuenta en Twitter. 
Y ya puestos, seria bueno que antes de ofrecer un cargo público de relieve como un Ministerio a alguien, del mismo modo que se revisa si está limpio de causas penales, se investigara también si está limpio de tuits idiotas, ofensivos, racistas, machistas o supremacistas. O eso, o aceptar estos tuits como animal de compañía.