Los Comités de Defensa de la República (CDR) tuvieron ayer un notable protagonismo en la conmemoración del primer aniversario del referéndum unilateral del 1-O. Su programa de actividades, iniciado a primera hora de la mañana, consistió, por ejemplo, en interrumpir el tráfico rodado en puntos centrales de Barcelona, a cortar también diferentes autopistas y accesos a centros logísticos, y en detener el AVE en la estación de Girona. Más tarde, grupos de estudiantes en huelga -según la Guardia Urbana, unos 13.000- tomaron con ánimo festivo el centro de la capital catalana y produjeron nuevos cortes. En suma, bajo el pretexto de protestar por la situación de los políticos presos y por la tan frecuentemente glosada brutalidad policial del 1-O, lo que consiguieron fue entorpecer la actividad laboral o particular de incontables ciudadanos. - lavanguardia.com.
Más llamativas y preocupantes resultaron ser las palabras que dedicó a los miembros allí presentes de un CDR: "Amigos de los CDR: apretad y hacéis bien en apretar". Es decir, el presidente de la Generalitat aplaudió a los que paralizaban la actividad ciudadana y los animó a seguir actuando en el futuro. No tardarían en hacerlo.
Estas manifestaciones de Torra no son las que corresponden a la primera autoridad catalana. En su condición de presidente de la Generalitat, Torra es el último responsable del correcto funcionamiento del país. Es cierto que difícilmente se le puede exigir, cuando la gesticulación política se antepone a la gestión de la cosa pública, que todo vaya sobre ruedas, por más que éste tuviera que ser siempre su principal objetivo. Pero parece una inaudita y preocupante imprudencia por su parte que sea él, precisamente él, quien aclame a los que entorpecen el día a día de Catalunya. Por diferentes motivos. En primer lugar, porque los CDR son colectivos sin estructura conocida, con una operativa autónoma, exenta de controles. Participan a veces en ellos miembros de grupos radicales, por lo que el alcance de sus acciones podría llegar a desbordar las previsiones del presidente Torra. En segundo lugar, porque al azuzar a los CDR, Torra está situándose a su lado y frente a los Mossos, que son los que tienen que salir a la calle para garantizar la seguridad ciudadana cuando las aguas se desbordan. Y, en tercer lugar, porque los intentos de Torra de jugar con dos barajas -representante del orden institucional y aplaudiendo a quienes lo socavan- están ineluctablemente condenados al fracaso.
Por si no estuviera claro que Torra cometió ayer una imprudencia, el final de la jornada conmemorativa del 1-O vino a demostrarlo. Grupos de manifestantes sitiaron el Parlamento, llegando hasta sus puertas, momento en que los Mossos cargaron por desalojarlos, del mismo modo que tuvieron que hacer frente a la comisaría de policía de Via Laietana en Barcelona, o ante la subdelegación del Gobierno en Girona. Sólo así se recuperó cierta normalidad. Tuvo pues suerte Torra. Si el desenlace hubiera sido otro, un asalto al Parlamento, su situación sería hoy mucho más comprometida de lo que ya es.
Más llamativas y preocupantes resultaron ser las palabras que dedicó a los miembros allí presentes de un CDR: "Amigos de los CDR: apretad y hacéis bien en apretar". Es decir, el presidente de la Generalitat aplaudió a los que paralizaban la actividad ciudadana y los animó a seguir actuando en el futuro. No tardarían en hacerlo.
Estas manifestaciones de Torra no son las que corresponden a la primera autoridad catalana. En su condición de presidente de la Generalitat, Torra es el último responsable del correcto funcionamiento del país. Es cierto que difícilmente se le puede exigir, cuando la gesticulación política se antepone a la gestión de la cosa pública, que todo vaya sobre ruedas, por más que éste tuviera que ser siempre su principal objetivo. Pero parece una inaudita y preocupante imprudencia por su parte que sea él, precisamente él, quien aclame a los que entorpecen el día a día de Catalunya. Por diferentes motivos. En primer lugar, porque los CDR son colectivos sin estructura conocida, con una operativa autónoma, exenta de controles. Participan a veces en ellos miembros de grupos radicales, por lo que el alcance de sus acciones podría llegar a desbordar las previsiones del presidente Torra. En segundo lugar, porque al azuzar a los CDR, Torra está situándose a su lado y frente a los Mossos, que son los que tienen que salir a la calle para garantizar la seguridad ciudadana cuando las aguas se desbordan. Y, en tercer lugar, porque los intentos de Torra de jugar con dos barajas -representante del orden institucional y aplaudiendo a quienes lo socavan- están ineluctablemente condenados al fracaso.
Por si no estuviera claro que Torra cometió ayer una imprudencia, el final de la jornada conmemorativa del 1-O vino a demostrarlo. Grupos de manifestantes sitiaron el Parlamento, llegando hasta sus puertas, momento en que los Mossos cargaron por desalojarlos, del mismo modo que tuvieron que hacer frente a la comisaría de policía de Via Laietana en Barcelona, o ante la subdelegación del Gobierno en Girona. Sólo así se recuperó cierta normalidad. Tuvo pues suerte Torra. Si el desenlace hubiera sido otro, un asalto al Parlamento, su situación sería hoy mucho más comprometida de lo que ya es.
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