Érase una vez la escuela Tàber de Barcelona y la Asociación Espai i Lleure, en Gràcia, acordaron retirar de la biblioteca del centro 200 cuentos por considerarlos tóxicos desde la perspectiva de género, entre ellos, Caperucita , La Bella Durmiente o La leyenda de San Jorge.
La iniciativa es un antes y un después en la historia de la censura, de la que seguimos siendo potencia mundial. La idea que tenemos de un censor era un señor con bigotito, gafas y cara de mala leche. Y antes de este, un cura llamado a purificar el alma de los hombres, las mujeres aún no, eso vino después.
La vieja censura ha vuelto moderna y desacomplejada, porque a nadie le cae la cara de vergüenza por borrar del mapa obras que forman parte de la cultura universal. ¿Cómo se atreven estos bellacos? - clama Abascal - Y se quedan tan anchos, mientras poca gente se indigna, no sea que les llamen machistas.
Francamente, no acabo de entender esta medida que según tengo entendido es sólo para niños de parvulario, pero no se hasta qué punto les puede influir en su desarrollo la Cenicienta, Blancanieves o Patufet, aunque este al menos es surrealista daliniano. En cambio estos mismos niños pueden ver en la tele dibujos animados de Disney que caerían en el mismo pecado que los cuentos censurados, o peor aún, ver impunemente las noticias por la tele o programas de telebasura.
Creo que se han pasado tres pueblos en censurar todos estos cuentos, aunque están en su derecho y creo fue en comisión con padres de alumnos, aún así en el fondo es lo de cogérsela con papel de fumar. Se empieza prohibiendo cuentos y se termina prohibiendo los cuadros de Rembrandt, los chistes de Forges o el Perich, las novelas de Nabokov, Bolaño, etc, casi todos los cómics (manga incluidos) e incluso algunos cuadros de Fortuny (los de odaliscas, claro, los de batallas no, por supuesto) y así puestos a prohibir, lo mejor que se podría hacer para evitar la hecatombe, el acabose, el desideratum, el sumsum y el cuerda, sería prohibir prohibir, al fin y al cabo toda una y más de una generación hemos superado Bambi o Pinocho sin traumas, así como Pippi Calzaslargas o Heidi, y aún estamos vivitos y coleando, mientras, que aquí es donde llora la criatura, se ven a pequeños en el cochecito con el móvil de la mamá en la mano viendo dibujos para que deje de dar la lata?.
Hay otra historia o casi histeria, con el políticamente correcto de los cuentos tradicionales, son los cuentos desexplicados que rozan la paranoia: Caperucita forzuda; La Ratita que leía en la escalerilla; El Ceniciento...., no vamos bien por este camino, es lo que dice el dicho: Quien poco trabajo tiene, el gato peina.
La iniciativa es un antes y un después en la historia de la censura, de la que seguimos siendo potencia mundial. La idea que tenemos de un censor era un señor con bigotito, gafas y cara de mala leche. Y antes de este, un cura llamado a purificar el alma de los hombres, las mujeres aún no, eso vino después.
La vieja censura ha vuelto moderna y desacomplejada, porque a nadie le cae la cara de vergüenza por borrar del mapa obras que forman parte de la cultura universal. ¿Cómo se atreven estos bellacos? - clama Abascal - Y se quedan tan anchos, mientras poca gente se indigna, no sea que les llamen machistas.
Francamente, no acabo de entender esta medida que según tengo entendido es sólo para niños de parvulario, pero no se hasta qué punto les puede influir en su desarrollo la Cenicienta, Blancanieves o Patufet, aunque este al menos es surrealista daliniano. En cambio estos mismos niños pueden ver en la tele dibujos animados de Disney que caerían en el mismo pecado que los cuentos censurados, o peor aún, ver impunemente las noticias por la tele o programas de telebasura.
Creo que se han pasado tres pueblos en censurar todos estos cuentos, aunque están en su derecho y creo fue en comisión con padres de alumnos, aún así en el fondo es lo de cogérsela con papel de fumar. Se empieza prohibiendo cuentos y se termina prohibiendo los cuadros de Rembrandt, los chistes de Forges o el Perich, las novelas de Nabokov, Bolaño, etc, casi todos los cómics (manga incluidos) e incluso algunos cuadros de Fortuny (los de odaliscas, claro, los de batallas no, por supuesto) y así puestos a prohibir, lo mejor que se podría hacer para evitar la hecatombe, el acabose, el desideratum, el sumsum y el cuerda, sería prohibir prohibir, al fin y al cabo toda una y más de una generación hemos superado Bambi o Pinocho sin traumas, así como Pippi Calzaslargas o Heidi, y aún estamos vivitos y coleando, mientras, que aquí es donde llora la criatura, se ven a pequeños en el cochecito con el móvil de la mamá en la mano viendo dibujos para que deje de dar la lata?.
Hay otra historia o casi histeria, con el políticamente correcto de los cuentos tradicionales, son los cuentos desexplicados que rozan la paranoia: Caperucita forzuda; La Ratita que leía en la escalerilla; El Ceniciento...., no vamos bien por este camino, es lo que dice el dicho: Quien poco trabajo tiene, el gato peina.
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