Lejos de ser una anomalía histórica, la progresiva despoblación de la España rural puede considerarse un episodio más de un fenómeno que se ha producido a lo largo de la historia -por las razones más diversas- en casi cualquier rincón del mundo. Otra cosa es cómo frenar, atajar o revertirlo.
Junto con las plagas, las catástrofes naturales, el aislamiento geográfico o un colapso económico, son las guerras los más eficaces generadores de tierras despobladas. Pero en casos extremos como los de Chernóbil o Fukushima, no cabe la posibilidad de repoblar la zona afectada, al menos no durante varias generaciones, pero en otras circunstancias, por muy adversas que sean, sí se puede hallar la manera de dar vida nueva al que a todas luces no es más que un moribundo.
España, tierra de interminables conquistas y reconquistas, se enfrenta de nuevo con el reto de frenar la progresiva despoblación de su interior, pero también con el de repoblarlo. Antes de entregarse a los encantos de la fatalidad, empero, haría bien en repasar su propia historia. Sin ir más lejos, en la misma época que Odesa y Nueva York se iban llenando de inmigrantes llegadas de todas partes, se poblaba zonas españolas, sobre todo Sierra Morena, con gentes procedentes de Alemania o Suiza. Sus descendientes siguen allí. Pero ésta es tan sólo uno de otros muchos casos similares.
Así que, si los urbanitas cosmopolitas no quieren saber nada de Teruel o Soria, que son dos de las principales provincias de la llamada España vaciada, que vayan a habitarlas polacos, senegaleses, ecuatorianos o chinos; cristianos, musulmanes, mormones o animistas; agricultores, carpinteros, maestros de escuela o poetas. Hay sito y oportunidades para todos. O las habrá si así lo desea el Gobierno.
Pero además de contemplar grandes inversiones en infraestructuras, comunicaciones, logística, descentralización o incentivos económicos y laborales, lo que también hará falta es el resuelto compromiso de llevar a cabo el proyecto a largo plazo y hasta las últimas consecuencias, como asimismo ingentes cantidades de imaginación, mano izquierda e ilusión. Eso y una campaña publicitaria a la altura de las que tanto tiempo llevan vendiéndonos alguna que otra moto. A menos que algún afortunado encuentre una mina de oro en, digamos, Calanda, o petróleo en Badajoz. Entonces otro gallo nos cantaría en la hermosísima España vaciada.
JOHN WILLIAM WILKINSON
(fragmento) - lavanguardia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario