‘LO QUE ARDE’ - Retrato compasivo de un pirómano gallego. Oliver Laxe estrena este fin de semana el filme sobre el “holocausto rural de Galicia” que le valió un premio en Cannes, ‘Lo que arde’: un artefacto potente en lo cinematográfico, delicado en la narración y compasivo en lo humano
La película empieza con energía, casi con rabia. Un monstruo al que de entrada no vemos derriba con estrépito y a gran velocidad los enormes eucaliptos que se encuentra a su paso. La cámara se acerca y distinguimos primero los faros y luego las carcasas de los bulldozers que están masacrando los árboles. Es el primer gran impacto de Lo que arde , el filme con el que Oliver Laxe (París 1982), orgulloso hijo de emigrantes gallegos, ganó el premio del jurado de la sección Un certain regard del último Festival de Cannes.
Lo que arde es entre otras cosas el retrato compasivo y sin juicios de un pirómano de los que están acabando con los bosques en Galicia. Se llama Amador, igual que el actor que lo encarna (Amador Arias). Acaba de cumplir condena como causante de un gran incendio y regresa a la aldea donde vive su madre, Benedicta (también llamada como la actriz, Benedicta Sánchez). “¿Tienes hambre?”, dice ella al verle como si él volviera de dar un paseo. Es la única bienvenida sincera, junto con la del perro, que el recién excarcelado recibirá de los habitantes de la zona.

Cuando Amador explica a su madre cómo las raíces de los eucaliptos impiden crecer a otras plantas, ella le responde:“Si hacen sufrir es porque sufren”.

En una de las escenas clave de la cinta, Amador explica a su madre cómo los eucaliptos extienden sus raíces a lo largo y ancho de varios kilómetros a su alrededor. La tupida red que así crean en el subsuelo impide crecer a otras plantas, señala. Benedicta le responde sin inmutarse: “Si hacen sufrir es porque sufren”. En conversación con La Vanguardia sobre el sentido de la obra, Laxe subraya que su principal propósito era abordar el asunto del fuego y de los pirómanos con “tolerancia, misericordia y amor”. Pues el drama de los incendios en su tierra suele tratarse con demasiados prejuicios e intolerancia, añade. Y conviene saber que tanto la falta de medidas de contrapeso al vaciamiento del campo como los efectos del cambio climático o los intereses en juego en determinadas zonas del montes tienen tanto o más que ver con este problema que los odiados incendiarios.
Laxe quiere “abrir las conciencias y los corazones” sobre el problema de los incendios. Y abordar el tema de los pirómanos con “tolerancia, misericordia y amor”. El filme busca por ello “abrir las conciencias pero también los corazones” ante un asunto de cuyas causas, en suma, “tal vez todos somos un poco culpables”, señala. Así que Laxe no oculta su pretensión de que, al menos durante la hora y media de metraje del filme, el espectador “conviva con la cicatriz espiritual del protagonista” y, a ser posible, “empatice con él aunque no justifiquemos los actos que se le atribuyen”.

Oliver Laxe, con Benedicta y Amador (Eliseo trigo / EFE)
Lo que arde, con excelente fotografía a cargo de Mauro Herce, culmina con escenas de fuego que llegan a sobrecoger. Aunque se entrenaron previamente, queda claro que el director y su equipo se jugaron el pellejo metiéndose en las fauces del incendio real que filmaron. Rodaron con película y llegaron a temer que el celuloide no aguantara el calor. Pudieron hacerlo al término de un verano especialmente lluvioso, cuando ya ellos pensaban que la naturaleza había desbaratado sus planes con tanto agua. Sólo al final tuvieron la mala buena suerte de que las llamas reaparecieran en el monte gallego. Y una curiosidad. Amador odia el fuego. Hace años fue guarda forestal y llegó a descubrir a un pirómano.