“Nada grande acontece en la vida de los mortales sin una maldición”. Esta cita de Sófocles abre uno de los documentales más reveladores sobre nuestro tiempo: El dilema de las redes , de Netflix. Esta obra de Jeff Orlowski ofrece los esclarecedores testimonios de exempleados de Facebook, Google, Twitter, Instagram y Pinterest, que explican cómo algunas de las más poderosas compañías de internet manipulan nuestras reacciones sin filtros éticos para ganar dinero y las terribles consecuencias sociales que provocan.

Una de las inquietantes conclusiones que se extraen de El dilema de las redes es que, como seres humanos, estamos indefensos ante los mecanismos psicológicos ideados para captar nuestra atención online y lanzarnos publicidad. Todas nuestras acciones en la red, por pequeñas que sean, son monitorizadas. Montañas de esos datos permiten a esas empresas saber más de nosotros que nosotros mismos.

Tristan Harris, exdiseñador ético de Google, explica que estas empresas aplican una técnica llamada tecnología persuasiva por la que acaban implantando en los usuarios hábitos inconscientes. Hay “equipos de ingenieros cuyos trabajo es piratear la psicología de la gente”. “Estás siendo programado”, afirma. Pueden “afectar el comportamiento y las emociones en el mundo real sin accionar la conciencia del usuario”.

Así se entiende lo difícil que es dejar de echarle una mirada al teléfono en busca de ese alimento para el cerebro que representa una migaja de información en forma de mensaje, recomendación o vídeo. 

“Me siento como una cobaya humana”, le comenta el realizador a uno de los entrevistados, Sandy Parakilas, exdirector de operaciones de Facebook y exdirector de producto de Uber. Y este se lo confirma: “Eres una cobaya. Todos los somos. Y no es para hallar una cura para el cáncer. No es que intenten beneficiarnos. Solo somos zombis y quieren que veamos más anuncios para ganar más dinero”.

Al margen de consumir millones de segundos de nuestras vidas en ver anuncios y mensajes que en realidad no nos interesan ni hacen mejor nuestra existencia, hay consecuencias mucho peores. En el documental también aparecen expertos que alertan de otros problemas. Por ejemplo, en Estados Unidos, desde el 2009, coincidiendo con la llegada de las redes sociales a los móviles, se dispararon las autolesiones en chicas adolescentes un 62%. Y un 189% en preadolescentes. El patrón se repite con los suicidios.

Preocupante al máximo es también que los algoritmos que estudian nuestros hábitos para dirigir nuestras elecciones favorezcan la difusión de los bulos. El dilema de las redes muestra un sistema sesgado a la información falsa y nos descubre por qué somos una sociedad cada vez más polarizada en la que todos vivimos en nuestra propia zona de confort de creencias. Y no hay perspectivas de mejora. - FRANCESC BRACERO - lavanguardia.com