Quim Torra era el diputado número once cuando fue elegido presidente de la Generalitat el 17 de mayo de 2018. Es bien sabido que quien designa a dedo a Quim Torra es Carles Puigdemont, que ha gobernado Cataluña con el mando a distancia durante poco más de dos años, y que a Puigdemont lo puso Artur Mas apartado de la historia por la histeria de la CUP, y aquí está el origen del despropósito.
La descomposición de la vieja Convergencia ha tenido escenas dramáticas como las del esguince de carnét de muchos de sus afiliados para unirse a la más que probable candidatura de Carles Puigdemont, que convocará las elecciones cuando más le convenga, mientras ERC lo contempla desconcertada poniendo cara de Poulidor, consciente quizás de que a pesar del desorden de los divergentes, que no Convergentes, aun los pueden robar las elecciones próximas, al igual que el ciclista francés que se pasó toda su carrera acabando siempre segundo en el tour.
Torra ha ejercido el papel de confrontación contra España con las indicaciones que recibía de Waterloo. Lo más reciente es que esta confrontación debe ser inteligente, según el último mensaje lanzado por Puigdemont, un encargo contradictorio que Torra debe estar descifrando, y no sé si lo ha entendido del todo. El coche de Torra circulaba en dirección a la inminente convocatoria electoral hasta que un vehículo más potente, el de Carles Puigdemont, lo arrastró en medio de la pista y lo situó en sentido contrario, explica Josep Martí en el periódico, y Martí conoce bien todo el trasfondo de este machihembrado del independentismo.
De momento, Torra ha destituido a tres consejeros y ha aplazado unos meses más la convocatoria de elecciones. Curiosamente una de las destituidas, la Consejera Carme Chacón, puede ser la rival de su partido en las próximas elecciones, a Buch se la tenía jurada y la Consejera de Cultura, yo que sé, es un poco la torna para justificar los otros dos ceses.
Torra me recuerda a Truman, ambos heredaron el poder sin pasar por las urnas, y creo que ambos, al menos Truman, eran conscientes de sus limitaciones para ocupar su cargo. Pero Truman ordenó lanzar las dos bombas atómicas, mientras Torra lanza bombas fétidas. Ahora, en estos momentos tan difíciles, es cuando más necesitamos políticos solventes, honestos, que antepongan sus intereses y los del partido a solucionar los problemas de los ciudadanos. Quizás sería llegada la hora de dejar de jugar con la buena fe de estos ciudadanos que empiezan a estar más que hartos de tanto politiqueo de vuelo gallináceo. Viva Bongònia libre, de politiqueo de mierda.
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