El arte contemporáneo está plagado de farsantes, en Catalunya tenemos unos cuantos, sin mencionarlos no sea que alguien se ofenda, aunque se sobreentienden. En su vertiente más frívola se está convirtiendo en algo parecido a un fondo de inversión, en la adquisición de un paquete de acciones de un producto de alto riesgo. Inmaterial como las criptomonedas. La pandemia ha precipitado en el mundo occidental un cambio de época y una convulsión en el uso, costumbres y vehículos de expresión. Y por lo que hace a la creación, es evidente su claro sometimiento al gigante digital. Y su consecuente claudicación ante la inmediatez de banalidades con presunciones artísticas. En el fondo la economía digital desprecia al artista e intenta dirigir su arte comprimiendo, además, el tiempo que los creadores necesitan para su proceso creativo, cada vez más efímero. Calentando el dañino triunfo de la mediocridad ¿Una crisis cultural? Un maridaje muy contemporáneo: cultura, dinero y poder. La era de los billonarios y la tecnología. Venta y reventa de algo que no existe. Esnobismo puro.
Descaradamente se busca la provocación fácil, la repercusión mediática y el permanente relumbrón en las redes. Advirtiendo que, aunque no lo parezca, hoy es más fácil escandalizar a la sociedad y llegar a ella. Escuchen la banalidad de los raperos i traperos, miren a artistas de ferias internacionales, esculturas y pinturas, montajes ingenuos con pretensiones de denuncia. Baratijas culturales para salir en el telediario. Pero a Garau, y no solo a él, habrá que agradecerle que haya sido capaz, de vender una escultura invisible, pero, sobre todo, haber puesto en evidencia la estupidez humana. ¿De estúpido a estúpido? No está nada mal. Digitalmente, eso sí. Garau pone en evidencia esta sociedad vacía, banal líquida de Baugmann. o del espectáculo de Debord. Los de 'el Mundo Today' hacen escarnio en un artículo en el que supuestamente Garau denuncia que le han robado su escultura invisible.
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