Si el Gobierno de Pedro Sánchez agota la legislatura como parece es su intención, aunque se insinúa una remodelación de Gobierno en Agosto, quedan poco más de dos años para la cita electoral. El camino será complejo y la derecha extremará su labor de desgaste. No se espera lealtad en la oposición y sí dosis extraordinarias de crispación, aumentada por la particular pugna entre PP y Vox.

El apoyo firme de Sánchez a los indultos llega después de la contienda en Madrid y con el tiempo suficiente para calmar los ánimos antes de las próximas elecciones. El PP ha lanzado la caballería. Y Sánchez aprieta los dientes. Bajar la cabeza sería empezar a perder la batalla. Son muchos los que abogan por la tibieza como vía para ganar las elecciones. No lo tengo tan claro. Ante la involución que representa la ultraderecha se necesitan ideas potentes, ambición en la mirada y coraje. Entre todos los retos que España debe afrontar está la cuestión territorial. El encaje no encaja y sus desajustes son utilizados por los nacionalismos excluyentes. La solución no necesita de mucha imaginación ni hay que hacer inventos extraños, la solución sería hacer de una vez el paso del estado autonómico hacia el Federalismo. Un federalismo que ya defendió encarnizadamente en su día Pasqual Maragall, y que fue la causa de su defenestración desde el PSOE de Madrid. Dudo pues que Sánchez dé este paso, aunque parece que a ERC no le parecería una mala solución de momento, pero dudo se alcance, y es una lástima, tan práctica que sería aplicar el federalismo, que acabaría beneficiando a todas las comunidades, incluida la de Madrid, un federalismo al que si opondrían encarnizadamente casi todas estas comunidades hasta abrazarlo como hicieron con el Estatuto descabezado, - descabezado sólo el catalán -. Es la imposible solución, demasiado bonita y práctica para que sea viable, la política en España se dedica a complicar las cosas, a causar problemas, a la confrontación permanente, no a resolver los problemas de los ciudadanos, y así nos va.