Es un 'déjà vu', una repetición aún más esperpéntica de lo que fue el original, que ya era un esperpento, en el concepto, la dramaturgia y la puesta en escena. Volveremos a ver mesas petitorias en la calle, como ocurrió en 2006, con Rajoy como una antigua dama de la Cruz Roja pidiendo limosna, pero ahora con una reivindicación que no será contra una normativa como fue el Estatut, sino un rechazo explícito a la hipotética libertad de unos ciudadanos concretos. No hace falta ser un observador muy sagaz para percibir la violencia que se deriva de este cambio de objetivo. La diana de las firmas recogidas a instancias del PP no será una ley sino unos individuos que están presos y que no deberían estarlo. Y también, claro, la confrontación directa de fuerzas retrógradas, incapaces de dibujar escenarios de futuro contra una decisión legal, factible, necesaria, con la aquiescencia de una justicia que quiso perdonar a Tejero porque era un "frecuente y periódico donador de sangre", y que ahora decide hurgar en la herida sin un ápice de reflexión ética. Ya vimos este episodio. Ahora, quince años después, vuelve un 'remake' cargado de malevolencia. Parece que el PP no aprende y vuelve a cometer otro error estratégico.