EL CUENTO DEL AFRICANO



2 de abril de 2020, un hombre descansa en el centro "Aurore" para personas sin hogar y personas migrantes en París, en medio del cierre del coronavirus. Un estudio adelantado publicado el martes 7 de julio de 2020 de la agencia estadística del gobierno francés INSEE, muestra que las tasas de mortalidad se duplicaron entre los inmigrantes del África subsahariana, incluso triplicándose en la región de París, en pleno brote de coronavirus francés, que mostraba el castigo de la pandemia y el impacto sobre negros, migrantes y otras minorías sistemáticamente ignoradas. (Foto AP/Francois Mori)

África como un repositorio de mano de obra. Un mercado de la carne donde acudir para pagarnos las pensiones. Un lugar del que drenar impunemente hombres y mujeres para que vengan a secarnos las lágrimas cuando seamos viejos. África como una plantación de trabajadores a disposición del patrón europeo. El cuento de la criada versionado como El cuento del africano. Ellos nacen y crecen para ser útiles. No todos. Sólo sesenta millones hasta 2050. Los más fuertes, sanos y trabajadores. - Josep Martí Blanch.

Eso dicen, de buena fe y con otras palabras, las Naciones Unidas, el Centro Wittgenstein y el Centro para el Desarrollo Global, según ha explicado Xavier Mas de Xaxàs en La Vanguardia (07/11/2021). Informes y predicciones que pretenden socavar las políticas antiinmigración de la "Europa fortaleza" demostrando su sin sentido por la vía del materialismo económico. Si el racismo y la antinmigración crecen por la amenaza cultural percibida por muchos europeos, convenzámoslos de su estupidez por el bolsillo: ¿Quién pagará tu pensión? ¿Quién te cambiará los pañales cuando lo necesites? ¿Quién recogerá tus residuos? ¿Quién conducirá tus trenes? ¿Quién pondrá en marcha las ciudades cuando tú, blanquito de cara, no seas más que un trozo de viejo que sólo cuenta las horas entre pastilla y pastilla?.

La demografía dice que todos estos estudios tan bien elaborados están rellenos de verdades como puños. Pero, aunque sea sin pretenderlo, resulta ofensiva una aproximación tan mecanicista al futuro de sesenta millones de africanos. Los necesitamos, pues los cogemos, que para eso están. Sus lugares de origen, sus familias, la aportación que podrían realizar en sus comunidades nos deja indiferentes. Primero, nosotros. Europa convertida en un vampiro succionando la sangre de la juventud africana. Se dirá que ellos quieren venir o, en el peor de los casos, que necesitan venir. Y también es cierto. Pero que sea verdad que la sacarina endulza no altera la naturaleza amarga del café.

El racismo niega al otro la condición de igual y lo convierte en un enemigo. Es la Europa fortaleza que ya tenemos entre nosotros. El economicismo advierte en el otro un beneficio material y deja al margen el humanitarismo. Es una prolongación del colonialismo. Sólo que practicado sin salir de casa. Vamos por el camino de sumar lo peor de lo uno y lo otro.

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