EL PROBLEMA




¿Puede un maestro enseñar matemáticas a sus alumnos haciéndoles sumar y restar las bombas explosivas e incendiarias que un cazabombardero lanza o deja de lanzar sobre otros niños? - PLÀCID GARCIA-PLANAS - cabaret voltaire - lavanguardia.com

El 21 de enero de 1938, el profesor de matemáticas de la escuela Morteo Ollandini de Alassio –en el golfo de Génova– planteó a sus alumnos un problema. Lo hizo como si nada, tras exponer otra operación matemática sobre los metros de lino y algodón en un comercio de telas. El problema era: “Un aeroplano bombardero lleva la siguiente carga: 20 bombas explosivas que pesan, de media, 65 kilogramos cada una; 15 bombas incendiarias que pesan, de media, 25 kilogramos cada una; y gasolina y otro material que pesa mil kilogramos. ¿Cuántos kilogramos caben aún si la capacidad de carga del aeroplano es de 3.000 kilogramos?”. El problema está pulcramente anotado en el bloc de matemáticas de un niño catalán, alumno de la escuela, bloc que ha llegado a mis manos. ¿Cuántas bombas de más podía cargar el aeroplano? ¿Era casual la pregunta del profesor italiano?

El problema escrito en la libreta del alumno  Colección PGP

Ese enero de 1938, la Regia Aeronautica italiana bombardeaba Barcelona con una intensidad desconocida hasta entonces. Sólo en los primeros veinte días de ese mes –el profesor planteó el problema el 21– ya se había superado el número de muertos de todos los bombardeos aéreos del año anterior. El primer ataque, el día 1, se lanzó desde un avión que despegó directamente de Italia. La aviación fascista volvió a bombardear la ciudad los días 6, 7, 8, 11, 14, 15... Los aviones republicanos se vengaron bombardeando –con mucha menos virulencia– Salamanca, Sevilla y Valladolid.

El día 19, dos días antes de la clase de matemáticas, los Savoia-Marchetti SM-79 italianos habían martilleado el corazón de la capital catalana. Dejaron más de 170 muertos: el primer bombardeo de terror aéreo sufrido por Barcelona. Era el aperitivo de los bombardeos de marzo sobre la ciudad: casi mil muertos, más de mil quinientos heridos y decenas de edificios destruidos. En sólo tres días.

El periodista inglés John Langdon-Davies hizo cálculos en un análisis matemático-psicológico de esos días de marzo: “Los estados de ánimo por los que la población de Barcelona pasó en las más de cuarenta horas de bombardeos pueden resumirse en: trece períodos de dos minutos de peligro más miedo; nueve horas y siete minutos de miedo sin peligro; treinta horas cuarenta y dos minutos libres de peligro pero con creciente suspense que terminan en catástrofe. En resumen, veintiséis minutos de visita de media docena de bombarderos, no expuestos a ningún peligro, que destruyeron toda la vida mental de un millón y medio de personas durante cuarenta horas (...) ¿Podría repetirse en Londres?”.

Se repitió en Londres y no ha dejado de repetirse a lo largo del mundo.

Matemáticas, eficacia y muerte. “En el peor bombardeo de la aviación fascista italiana sobre Barcelona participaron cinco aviones; en el primer bombardeo alemán sobre Londres, 300 aviones; en los últimos bombardeos aliados sobre Alemania, 1.000 aviones... Y solo hizo falta un avión para lanzar la bomba de Hiroshima”, me dice Ricard Martínez, pionero de la refotografía en España y el mejor en este arte que superpone los tiempos.

Refotografía de Ricard Martínez desde Diagonal-Passeig de Gràcia superponiendo el humo del bombardeo italiano del 17 de marzo de 1938 con el hongo de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki  Ricard Martínez. 

La refotografía –volver a hacer una foto desde el mismo ángulo– la inventó en 1888 un matemático alemán para medir el desplazamiento de los glaciares en los Alpes bávaros. Me lo explica Ricard fotografiando hoy, en la plaza del Gato Pérez de Gràcia, el edificio donde a las diez de la noche del 13 de febrero de 1937 impactó la primera bomba italiana sobre Barcelona, un proyectil lanzado desde el crucero Eugenio di Savoia. La bomba entró por la ventana, pero no hubo que lamentar muertos ni heridos. Sus habitantes –que no permitieron la entrada de las autoridades en la casa– hicieron números y valoraron en 2.895 pesetas los destrozos provocados por el proyectil italiano.

¿Qué llevó al profesor de Alassio a enseñar a sumar y restar a los niños con bombas explosivas e incendiarias?. Nunca lo sabremos. Lo único que sabemos con certeza es la solución al problema: 325 kilogramos. El avión todavía podía cargar 325 kilogramos más de peso, suficiente para añadir una bomba explosiva de 250 kilogramos como la que –nueve días después de esa clase de matemáticas– la aviación italiana lanzó sobre la plaza Sant Felip Neri de Barcelona matando a un total de 42 personas.

Y esto plantea un nuevo problema. Si de los 42 muertos 12 eran adultos, ¿a cuántos niños mató esa bomba?

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