"Cuando tenía doce años, me levantaba a las siete de la mañana y en una bicicleta con remolque, iba de la calle de Vilarrúbies hasta el Mercado Central a recoger las frutas y verduras que mi padre antes había encargado. Mi padre trabajaba en un almacén de aceites en la Vía de Massagué y en la calle de Vilarrúbies en una casa inglesa tenían mis padres la tienda de comestibles que era a la vez vivienda, ahora puede parecer raro, pero antes cuando no había grandes superficies ni supermercados de barrio, frecuentaban las pequeñas tiendas de comestibles para abastecer un poco de todo a los vecinos.
A mí no me importaba levantarme temprano, me parecía que era un acto de confianza hacia mí por parte de mis padres y además con la bicicleta y el remolque me sentía útil. Cuando volvía iba a desayunar al panadero de al lado de casa, en Sisu Carreres, en la trastienda, llena de novelas del oeste y allí con el pan recién horneado todavía un poco caliente, con tomate y anchoas desayunaba mientras leía novelas de Fidel Prado, Marcial Lafuente Estefanía y algún otro de esos que escribían a tanto por novela. Después iba a la escuela y al salir a las doce me iba al almacén donde trabajaba mi padre y a menudo me enviaban a hacer alguna gestión, sobre todo al Banco a llevar remesas de talones o incluso ingresos en efectivo (eran otros tiempos).
Un día de estos fui a llevar unos documentos a un Banco de la villa, el lugar donde los tenía que dejar era entrando a mano derecha, donde había una señora de mediana edad, pero que mandaba mucho, aspecto un poco raro en aquella época en la que pocas mujeres tenían algún cargo de poder. Bien, delante mío había un señor que hablaba con ella. Mientras yo esperaba no pude evitar escuchar su conversación, pues los adultos cuando hay niños hablan como si estos no estuvieran o no se enteraran de nada de lo que estaban hablando (grave error, las antenas de los niños son muy largas). El hombre le comentaba a la mujer que el Banco había crecido mucho, que se iban haciendo grandes, etc, etc.
- ¿Cuántos sois ya?, le preguntó finalmente.
Y entonces la señora que mandaba mucho le contestó:
- ¡Uy!, más de mil quinientos, pero en cargos de responsabilidad unos pocos, el resto son carne de paso.
No lo he olvidado a pesar del paso de los años, y esto es lo que es para el empresario la gran mayoría de esta entelequia actual, en otros tiempos llamada clase obrera. 'Carne de paso'.
Este año se ha sofisticado el tratamiento en clase obrera a la hora de despedirlos, en primer lugar no lo hace el jefe de personal, sino el responsable de recursos humanos, o un CEO malcarado, como es el caso que viene a continuación. Lo que queda patente, es que en 2021, los trabajadores, los asalariados siguen siendo 'carne de paso'
"Una empresa estadounidense especializada en préstamos para hipotecas despidió el pasado día 1, a más de 900 de sus empleados, cerca del 9% de la plantilla, a través de una videoconferencia de Zoom, según informó hoy la CNN . Según CNN, que tuvo acceso a una grabación de la llamada, el consejero delegado de Better.com, Vishal Garg, dijo a los trabajadores conectados: "Si estás en esta llamada, estás en el grupo desafortunado que será despedido. Tu trabajo aquí termina con efecto inmediato”.
"Es la segunda vez en mi carrera que hago esto y no quiero hacerlo. La última vez lloré", aseguró el ejecutivo en la videoconferencia, en la que citó la productividad y los resultados entre otros motivos para las salidas, y que aparentemente se mostró escueto y sin emociones.
La dirección de Better.com lamentó en una declaración a este canal que los despidos se produzcan cara a las festividades navideñas pero les atribuyó a la mejora de su posición financiera "en un mercado de propiedad de viviendas que evoluciona radicalmente" .
Garg protagonizó un reportaje en la revista Forbes el pasado año a raíz de su carácter volátil y de varias batallas legales por la gestión de otras compañías, en un momento en que la empresa tecnológica financiera se prepara para una salida a bolsa. Entre otras cosas, el artículo recogía un correo que había enviado a sus trabajadores en el que les decía, en mayúsculas, que eran "demasiado malditamente lentos", les llamaba "delfines estúpidos" y aseguraba que le estaban "avergonzando".
Todos somos carne de paso. Prescindibles.
ResponderEliminarUn saludo.