ATRAPADOS EN LA MEDIOCRIDAD



⌨ Nuestra sociedad malvive bajo una incertidumbre que ensombrece no sólo nuestro futuro sino el de la humanidad entera. Andamos atrapados en un bucle que nos angustia un poco más cada cada día que pasa: “El viejo mundo muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen monstruos”. decía Antonio Gramsci, que no podía ni imaginar hace un siglo la desaforada aceleración que todos sufrimos actualmente sin que nos conduzca a una salida, a una posible solución a nuestros males. Ya no hay religión, nacionalismo o ideología que valga capaz de engancharnos como hacían antes sobre la llegada de un futuro glorioso al alcance de la mano en la vida de aquí abajo o en el más allá. Nos hemos atascado en el tiempo, en un día de la marmota que no avanza, y lo que es peor, en vez de ir hacia delante, vamos hacia atrás.

Para disimular la agonía de lo viejo, ahora lo llamamos vintage, un bonito eufemismo que es de pura lógica en una época en la que todo son eufemismos,  y a la gente le gusta. Pensar en el futuro nos da miedo. Por eso nos resulta más atrayente resucitar un pasado que podemos reescribir, o incluso inventar. A esto se dedican los nuevos populismos, tanto de derechas como de izquierdas. El candidato ultra al Elíseo Éric Zemmour pretende lograr la presidencia de una Francia que él sabe nostálgica de su pasado glorioso. No necesita prometer nada nuevo a la gente, sino tan sólo reclamar la 'grandeur' perdida, aunque sea mentira. Para que su mensaje quede claro, su partido se llama Reconquista. Y lo peor es que seguro que como ocurre con VOX en España, tendrá muchos votos. Lo peor de todo es que seguramente Zemmour habrá leído a Flammarion, Teilhard de Chardin o Nietzsche, como el padre de Louis Pawels que creía que lo que vivió el siglo XX era más importante que la aparición del budismo! No se trataba ya de destinar las facultades humanas a tal o cual divinidad. En nosotros sufría una crisis definitiva el vigor religioso de la Tierra: la crisis de su propio descubrimiento. Empezó a comprender, y para siempre, que la única religión aceptable para el hombre es la que le enseñará, sobre todo, a conocer, amar y servir apasionadamente al Universo del que es el elemento más importante.

Pawels, pensaba que la revolución no debe confundirse con el transformismo, sino que es integral y ascendente, y aumenta la densidad psíquica de nuestro planeta, preparándola a establecer contacto con las inteligencias de los otros mundos y a acercarse al alma misma del Cosmos. Para él, la especie humana estaba por terminar. Progresaba hacia un estado de superconciencia a través del ascenso de la vida colectiva y de la lenta creación de un psiquismo unánime. Decía que el hombre todavía no está terminado ni se ha salvado, pero que las leyes de condensación de la energía creadora nos permiten alimentar, a nivel del Cosmos, una formidable esperanza. Por eso juzgaba los asuntos de este mundo con una serenidad y un dinamismo religioso, buscando, muy lejos y muy alto, un optimismo y un valor que fueran inmediata y realmente utilizables. Pero Pawels no pudo ver realizado su sueño, ni su hijo, ni sus nietos, hace ya años que hemos dejado de evolucionar y como dice Eudald Carbonell, todavía no somos humanos, sólo somos homínidos.

El futuro se presenta sombrío porque los populistas irán a más, radicalizando los partidos tradicionales. El hombre nuevo no aparece ni se le espera, no tendrá cabida en la historia y nosotros estamos condenados a la mediocridad sin poder alcanzar el propósito de nuestra creación, llegar a ser parte del universo, una parte y el todo, abandonar ese cuerpo caduco y débil, y ser por fin lo que ya éramos antes de ocupar ese cuerpo, energía en estado puro sin fecha de caducidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario