La edición 2022 del Mobile llega en tiempos de metaverso y reinvención inversora. En plenos rumores de fusión de operadoras de tele comunicaciones y el replanteamiento estratégico de los gigantes de internet, el metaverso marca el ritmo de las inversiones descabelladas, envueltas en críticas pero cada vez más creíbles. Si los nuevos usuarios de internet y de videojuegos se han acostumbrado a pagar por jugar en red, no es de extrañar que la venta de intangibles virtuales en el marco de esos juegos vaya a tener un éxito aplastante en el futuro. Y si las transacciones se hacen en criptomonedas ganadas fruto de burbujas, el precio del dinero y de las cosas pasa a entrar en el capítulo de la máxima relatividad.
El metaverso es una palabra mágica excepcionalmente concebida. Describe un mundo virtual o un producto virtual. Un sistema real pero no material que envuelve nuevos activos intangibles pero comercializables. Se calcula que el metaverso moverá 800.000 millones de dólares en dos años y que el 70% de las grandes marcas tendrá algún mundo virtual bajo su tutela en 5 años.
Los videojuegos son el ejemplo básico del metaverso. Ya se han mostrado posibilidades extremas de organización de conciertos o actos virtuales en los que los usuarios participan mediante avatares o recreaciones de sí mismos. Con una base suficiente de usuarios, ese mundo virtual tiende a funcionar. En consecuencia, es posible vender activos virtuales de un determinado entorno entre sus usuarios o consumidores. Imaginemos, por ejemplo, la posibilidad de vender una vivienda virtual en un juego, que permite a su propietario adelantar varias pantallas o le confiere poderes especiales dentro de ese tiempo que disfruta (se supone) en el juego. Puede existir una escritura de propiedad de es vivienda virtual con unos derechos adquiridos. Y hasta podrá realizar apuestas con ese activo como garantía. La creación de economías virtuales puede ser descabellada con ojos del siglo pasado, pero es creíble en el universo de las redes de redes, la inteligencia artificial y el acceso ultrarrápido a internet. Y más si el ritmo de gasto y capacidad adquisitiva de los usuarios de ese entorno es elevado. Las criptomonedas son impulsoras de esos nacientes metaversos, pues son moneda de uso fácil cuando en el mundo real todavía sufren cortapisas. Es la nueva economía digital del token (derechos adquiridos), de las colecciones virtuales (NFTs), de la inversión en intangibles. La tecnología blockchain es la empleada para certificar las nuevas propiedades y servicios, de asegurar la inviolabilidad de lo etéreo personal. Una nueva realidad en ciernes. - Eduardo López Alonso - elperiodico.com
La sensación es que todo esto forma parte de un mundo que se me escapa, me ha cogido demasiado mayor, pero no descarto participar en el juego, de eso se trata, de adaptarse a un nuevo mundo que jamás habría imaginado que podía llegar a producirse. A veces, pienso en mi padre que nació en 1917. Tardó un tiempo pero supo adaptarse a muchos de los avances que surgieron a partir de 1960, e incluso algunos anteriores a la Guerra Civil, y de eso se trata, de adaptarse, aunque al igual que él, escojo sobre lo que me interesa y me aparto displicente de lo que no. En el caso del Metaverso, en principio me pondría del lado de la displicencia, aunque como decía 007, nunca digas nunca jamás.
Cada día avanzamos un paso más en materia de aislamiento y aborregamiento. Con lo virtual muchos deciden no implicarse en lo real.
ResponderEliminarSaludos.
No deja de ser curioso que una herramienta como internet que permite socializar al instante con todo el mundo, a su vez nos aísle de él.
EliminarSaludos.