Vienen tiempos duros en la economía española: a la crisis de precios que estamos viviendo se une la disrupción de las cadenas de suministro generadas por la huelga del transporte. Cierra el transporte, cierran las empresas e industrias a las que no llegan los suministros, se agotan las reservas en los comercios, y se genera una sensación de pánico que hace que las familias se aprovisionen más de lo que sería necesario en una situación normalizada, acelerando de esta manera el agotamiento de los bienes en las tiendas y mercados. Cierran también las industrias electro intensivas y las flotas pesqueras se quedan en puerto, no sólo por el precio de la energía, sino también por la incertidumbre que trae consigo no saber si van a poder dar salida a los productos de su trabajo.
La sensación generalizada es de derrumbe, en un contexto psicológicamente muy complejo donde las expectativas de los agentes están muy mediatizadas por la inflación presente y futura. En definitiva, y sin conocer todavía el impacto de esta situación sobre el crecimiento y el empleo, una sensación de zozobra ante la situación económica, que nos recuerda siempre que la política económica es mucho más que el movimiento de determinadas variables económicas vinculadas a la política fiscal o la política monetaria, sino la gestión de un complejo entramado de interdependencias entre sectores, trabajos, servicios y productos que configuran esto que denominamos la cadena de suministros.
La principal víctima de la pandemia, ha sido la globalización, precisamente porque depende totalmente de la logística, aunque de momento ni Gobierno ni gobernados somos conscientes de la magnitud de la tragedia. Aún no nos hemos enterado, pero la globalización ha muerto, estamos en la era de la post globalización y habría que empezar a adaptarse a ella lo antes posible. El Gobierno de Sánchez aún no se ha enterado, pero pronto se verá obligado a enterarse y a esmerarse. La solución, estanflación incluida, pasa por volver a los orígenes, a la economía circular, al consumo de productos de proximidad, a racionalizar el consumo energético y automovilístico. A no viajar low cost un fin de semana a Roma por 40€. También el turismo ha sido victima de la post globalización y habrá que entenderlo de otra manera, menos y de mas calidad.
En conjunto, debemos empezar a comportarnos como adultos responsables a partir de ya, y eso en una sociedad tan infantilizada como la nuestra y con un Gobierno igual o más aún, parece una misión dificil, por no decir imposible. Aunque la magnitud de la tragedia quizás consiga que quien reaccione sea la sociedad, porque del Gobierno poco o nada se puede esperar. Moncloa, tenemos un problema. ¿Solo uno?
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