Para la mayoría de medios, la guerra en Ucrania no está siendo una guerra, sino una mera creación de contenidos televisivos, y, teniendo en cuenta este concepto mediático del conflicto, de la cobertura de estos medios podemos esperar cualquier cosa, pero pocas de buenas. Una vez superado el impacto inicial, una vez que estos medios ya han informado con más o menos sensacionalismo sobre el qué y el porqué de lo que está pasando en Ucrania, ahora estamos empezando a vivir una transición mediática. Los qués y los porqués aburren, ya está todo dicho, y el aburrimiento está dando paso a un contenido mucho más visual, dramático y amarillo.
La sexta de Ferreras podría ser el abanderado, pero hay otros medios que informan con el mismo estilo. Este contenido, básicamente, son los fallecidos. Muertos al por mayor, la masacre, las bolsas de cadáveres. Y encontrarlo se ha convertido en un objetivo principal para atraer audiencia. Bolsillo ha sido el primer ejemplo. Con Bucha se ha empezado a hablar ya con propiedad de crímenes de guerra, también de crímenes contra la humanidad; incluso hay quien ha mencionado la palabra genocidio. Los titulares pasan de una tragedia a otra. En ocasiones, sin que la nueva haya sido confirmada. A menudo, cuando la noticia no es más que un rumor. No es más que hambre. Una hambre "periodística" que rebrotará una vez lleguen a la ciudad y aquélla les quede tan pequeña como la anterior. Entonces, empezarán a buscar un nuevo punto en el mapa, y enseguida empezará un nuevo impacto mediático.
Porque ahora hay quienes se han vuelto cazadores. Cazadores de muertos. Cazadores de un horror rápido y efectivo en prime time. Quieren encontrar toda la negrura que deje la guerra a su paso, y no quieren encontrarla para concienciarte de nada, ni para hacer ningún tipo de periodismo comprometido, ni para desnudar ningún régimen. La quieren encontrar porque necesitan que no cambies de canal. Eso es lo único que les importa.
No cambies de canal o de canalla
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