EL ÚLTIMO PASTOR



Ecología: ¿Y los miles, o millones y millones de especies de animales y vegetales, extinguidos antes de la aparición del primer humo industrial? - Joan Fuster i Ortells.

El pastor Ramon Cornellana manifiesta desolado que cierra una etapa de tres generaciones de pastores de oveja xisqueta a causa del ataque de un oso a su rebaño, la semana pasada, en la montaña de Juverri, en Farrera (Pallars Sobirà). El plantígrado provocó la muerte de cinco de sus animales y la desaparición de idéntico número. Ésta es la primera agresión registrada en Farrera y reabre el debate sobre la convivencia entre la ganadería y los úrsidos en los Pirineos. Desde su reintroducción, en la década de los noventa, la población actual se eleva a unos 70, de los que 38 mueren en Cataluña.

El adiós de Cornellana en su oficio es la victoria de la barbarie disfrazada de ecologismo urbanita y funcionarial. La naturaleza diseñada en los despachos de los ministerios, gabinetes y otras burocracias:

“Cada año hacemos la trashumancia desde Puiggròs, en Les Garrigues, hasta Farrera, donde llegamos el 18 de junio después de seis jornadas de marcha. El día 27, sobre las cinco y media, subí a la montaña y no encontré el rebaño. Más arriba vi a una oveja muerta; las demás, asustadas, habían corrido a esconderse en el bosque. Informé a los forestales, que colocaron una cámara y pudieron certificar que era un oso joven”, relata Cornellana. En dos noches mató a cinco animales. “No es solo una pérdida material, para mí tiene un valor sentimental. A ver si esto sirve para abrir los ojos de los gobernantes. Yo me jubilaré pero ¿qué harán los pastores jóvenes?”, se pregunta Cornellana en declaraciones a la vanguardia.

Al oso lo expulsaron del Pirineo las buenas gentes del pasado para vivir sin más susto que el inevitable. Acabar con los osos era un mal necesario, como la invención del matarratas o el insecticida. Así que cuando la burocracia bienintencionada decidió su reintroducción para dar gusto al animalismo no corrigió un error ni restableció equilibrio alguno. Lo que hizo fue pisotear el sabio legado de las generaciones pasadas y el bienestar y la tranquilidad de las presentes. Entonces ya se sabía lo que acabaría pasando. Winnie the Pooh tornaría al Pirineo, solo que en lugar de atiborrarse de miel se entretendría matando cabezas de rebaños.

La peineta de Cornellana al pastoreo es la mejor de las respuestas. Contra lo que afirma comúnmente el mundo de la autoayuda falaz, rendirse también puede ser un acto de dignidad. Hasta aquí llegué y hoy, desarmado, digo basta. Nada más valiente que aceptar con naturalidad que no hay que estar donde no te quieren. Y la administración no quiere pastores, quiere osos. Kafka sabía que a la política no hay manera de vencerla por alocadas que sean sus propuestas. Así que el señor corte de mangas de Cornellana es también una victoria del raciocinio: no hay que librar guerras que no puedes vencer.. Más de un ecologista de verdad, debería tomar nota.


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