Finalmente, Huxley intentaba decirnos que lo que afligía a la gente en “Un mundo feliz” no era que estaban riendo en lugar de pensar, sino que no sabían de qué se reían y por qué habían dejado de pensar.
La inteligencia se define fundamentalmente como nuestra capacidad para captar la verdad de las cosas.
La ignorancia es siempre corregible pero, ¿Qué pasaría con nosotros si llegáramos a aceptar que la ignorancia es conocimiento?
Cada uno tiene su opinión. Quizá sea más preciso llamarlas emociones en lugar de opiniones, cosa que explicaría por qué cambian cada semana.
El legado más importante dejado por el telégrafo y la fotografía quizá sea el pseudo-contexto. Un pseudo-contexto es una estructura inventada para dar a la información fragmentada e irrelevante una apariencia útil. Pero el pseudo-contexto no proporciona acción, ni solución de problemas, ni cambio. Y eso, obviamente, es entretener. Podríamos decir que el pseudo-contexto es el último refugio de una cultura abrumada por la irrelevancia, la incoherencia y la impotencia.“ La aparición en la arena política del asesor de imagen y el simultáneo declive del redactor de discursos atestiguan el hecho de que la televisión demanda un contenido que difiere del exigido por los otros medios. No se puede hacer filosofía política en televisión porque su forma conspira contra el contenido.
Hasta 1890, la publicidad, que hasta entonces se creía que consistía sólo en palabras, se consideraba en una empresa seria y racional cuyo propósito era transmitir información y proponer ofertas. A principios del nuevo siglo, con la intrusión masiva de ilustraciones y fotografías y el uso de eslóganes, los publicitarios dejaron de asumir la racionalidad de sus clientes potenciales. La publicidad se convirtió, por una parte, en psicología profunda, y por otra, en teoría estética.
Todo nuestro pasado nos ha preparado para reconocer y resistir una prisión cuando las rejas empiezan a cerrarse detrás de nosotros. Nos alzamos en armas contra estos problemas. Pero ¿qué si no se sienten gritos de angustia? ¿Quién está preparado para luchar contra un mar de diversiones? ¿A quién y cuándo nos quejamos, y en qué tono de voz, cuando un discurso serio se disuelve en risas estúpidas?
Al lector se le exigirá que asuma una actitud imparcial y objetiva. Esto incluye su aporte a la tarea de lo que Bertrand Russell denominó la “inmunidad a la elocuencia”, que significa que el lector es capaz de distinguir entre el placer sensual, el encanto, o el tono insinuante (si lo hubiere) de las palabras y la lógica de su argumento.
Los estadounidenses ya no hablan entre sí, sino que se entretienen recíprocamente. No intercambian ideas, sino imágenes.
— Neil Postman, libro Amusing Ourselves to Death Amusing Ourselves to Death.
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