La hipocresía vuelve a estar en el centro de las conversaciones. El Mundial de Qatar convierte su mención en obligada, como recordaba el pasado sábado el director de la vanguardia Jordi Juan. Sea por la contradicción que implica defender los derechos humanos y presentarse en una dictadura homófoba a jugar a fútbol o a negociar contratos en nombre del realismo político. Hay también la hipocresía de la falsa solidaridad hacia ciertos entornos. Y es que la hipocresía tiene muchas variantes y posibilidades. La RAE la define, como la cualidad de actuar en sentido contrario a lo que se dice o se piensa (o al menos de callarse eso que se piensa), o sea que se refiere a cualidad. Y aunque la hipocresía tenga mala fama, deberíamos considerarla como algo positivo, quien la considera, en las debidas dosis, útil y necesaria para suavizar y facilitar las relaciones sociales y personales. Ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa, afirmava Malraux en la condición humana. Quizás seria esta la mejor definición de la hipocresía.

En el ámbito general y político, sin duda hay que manejarla con la máxima prudencia, porque plantea serios problemas éticos. En el ámbito privado, es la mejor arma para evitar que acabemos todos enfadados y peleados. Imagínense una persona, una sola persona que aparque la hipocresía y diga siempre lo que piensa realmente. Maribel Verdú protagonizó una película en la que le sucedía esto, era incapaz de mentir, y por tanto de ser hipócrita, y el resultado no era muy aleccionador. 

No hay que confundir la hipocresía del ámbito privado con la del político, son dos conceptos diferentes, aunque en ambos  la hipocresía hasta cierto punto es de agradecer. Seamos pues hipócritas, aunque no puritanos que es otra cuestión o sombra china que diria Fuster, pero sin abusar, hay momentos, circunstancias en las que uno debe decir realmente lo que piensa, pase lo que pase. Qatar es un caso de esos y todo el debate del Sí es Sí, otro. Pero, y este condicionante pero es el quid de la cuestión de la hipocresía, o nos aplicamos en todos los casos, o mejor no hagamos excepciones, a menudo de cara a la galería, para quedarnos sólo en el acto impúdico del gesto, que es aún peor.