LA IA Y LA DEMOCRACIA



Desde que hablé del ChatGPT por primera vez, ha sido recurrente más de un escrito sobre el mismo, quizás porque en seguida intuí que no era un juguete más, que estábamos ante un nuevo paradigma que cambiaría muchas cosas en el mundo de la comunicación y la enseñanza. Lluís Uria, en su artículo en la Vanguardia va más allá y cuestiona si la IA puede llegar incluso a influir en el mundo globalizado y de la política, no hasta el punto del Skynet de Terminator, o HAL9000 de 2001, o vayan ustedes a saber, que estamos en un territorio desconocido que nos sigue superando.

"Los robots están obsesionando –cuando no angustiando– a los seres humanos desde hace un siglo. El primero que utilizó la palabra 'robot' para designar a un ser artificial dotado de cualidades casi humanas fue el escritor checo Karel Capek, que el 1921 estrenó en Praga una obra de teatro - R.U.R.(Robots Universales Rossum) - donde aparecían unos humanos artificiales, fabricados para trabajar, que acababan rebelándose contra sus creadores. Los robots, como peligro para la existencia de la humanidad.

Desde entonces, los robots han poblado la literatura y el cine. En la película Metrópolis (1927), Fritz Lang puso al celuloide una distópica ciudad-estado en el entonces lejano año 2026, segregada entre una clase dirigente todopoderosa y una clase obrera esclavizada, donde un robot humanoide era utilizado para suscitar una rebelión violenta. El primer encuentro de mi generación con otro robot cinematográfico, dotado de inteligencia y libre albedrío –y también de pliegue y maldad–, fue con el supercomputador HAL 9000 que gobernaba la nave Discovery en la película de Stanley Kubrick 2001, una odisea en el espacio, estrenada en 1968. HAL, que incluso recordaba una canción de su infancia en Chicago (“Daisy, Daisy...”), entablaba una lucha a muerte con los astronautas a los que en principio debía servir y obedecer.

El fulgurante desarrollo de la inteligencia artificial (IA), con la reciente y espectacular aparición del bote conversacional ChatGPT de OpenAI –detrás del que está Microsoft– y el anuncio del que será el próximo competidor –Bard, de Google– , es una auténtica revolución que abre la puerta a cambios trascendentales en nuestras sociedades. Y vuelve a poner sobre la mesa los riesgos de una tecnología cada vez más poderosa. ChatGPT, que almacena y procesa miles de millones de datos, es capaz de elaborar textos sobre cualquier tema y en todo tipo de estilos, resolver problemas y conversar con el usuario casi como persona. Su potencia, todavía en desarrollo, suscita numerosos interrogantes en todas las propiedades humanas. Incluida política.

¿Qué función puede tener la IA en la gestión de los asuntos públicos? ¿Hasta dónde debería llegar el papel? ¿Quién controlaría su actuación? ¿Qué riesgo hay que interfiera y desnaturalice el debate político? ¿Podría terminar tomando decisiones en lugar de un ser humano? Parece ciencia ficción, pero sondeos realizados en distintos países europeos indican que entre un 25% y un 40% de los ciudadanos podrían llegar a aceptar la sustitución de los políticos por una IA.

Hay quien ya ha jugado con esa posibilidad. En el 2018, en la ciudad japonesa de Tama (periferia de Tokio), dos gurús de la tecnología presentaron un robot de aspecto femenino –bautizado con el nombre de Michihito Matsuda– en las elecciones locales, prometiendo que una IA podría gestionar los asuntos locales de forma más fiable y justa que los políticos al uso. La robot acabó obteniendo el 9% de los votos, quedando en tercer lugar. Y en las elecciones legislativas danesas del pasado noviembre un colectivo de artistas intentó presentar –sin éxito– una nueva fuerza política, el Partido Sintético, con un robot como cabeza de cartel, un chatbot de nombre Leader Lars al que acuden introducir las reivindicaciones de los partidos minoritarios daneses desde 1970 hasta la fecha (lo que dio lugar a propuestas inverosímiles como establecer una renta mínima universal de 13.440 euros al mes)

Más allá de las bromas, el asunto es extremadamente serio y las advertencias sobre los riesgos, numerosas. La comisaria de derechos humanos del Consejo de Europa, Dunja Mijatovic, resumió en junio de 2021 las amenazas al terreno político en una: la "manipulación de la opinión pública". Mijatovic recordó que las nuevas tecnologías digitales y las redes sociales han propagado la desinformación e incitado al odio y la violencia, "infundiendo miedo a la población y fomentando los movimientos antidemocráticos de extrema derecha". Y llamó a aprobar una regulación para que las grandes tecnológicas actúen de acuerdo con el marco legal de los derechos humanos.

¿Qué piensan de todo esto los propios robots? Preguntado directamente sobre la cuestión, ChatGPT considera que, por un lado, la inteligencia artificial puede ser de gran ayuda –mediante el análisis de grandes cantidades de datos e información– para fundamentar las decisiones políticas. Pero advierte asimismo de sus peligros: “La IA también tiene el potencial de socavar la democracia si no se regula adecuadamente y se utiliza de forma ética. Por ejemplo, la IA se puede utilizar para manipular a la opinión pública, suprimir las voces disidentes y socavar la privacidad y las libertades civiles”.

ChatGPT parece, por ahora, aferrado a los principios democráticos. Y no cree que la IA pueda llegar a sustituir a los políticos: “No tiene la capacidad de empatía, creatividad y juicio moral que son fundamentales para tomar decisiones políticas y éticas complejas”. "La idea de que los sistemas de IA podrían tomar decisiones en nombre de los ciudadanos, sin ninguna supervisión o responsabilidad humana significativa, socavaría los fundamentos de la gobernabilidad democrática", añade.

¿Pero hasta dónde llegan las convicciones de un chatbot que reconoce “no tener creencias u opiniones personales”? No lejos. Todo depende de quien esté detrás de la programación. "Si estuviera programado con otra orientación ideológica -admite-, sería capaz de generar respuestas consistentes con esta ideología". No hay más preguntas, señoría".

No hay comentarios:

Publicar un comentario