CAMBIO CLIMÁTICO, EL FUTURO DEL COCHE

Pretender llevar a cabo un cambio puramente tecnológico hacia los coches eléctricos, sin tener que replantear el modelo de movilidad, es un grave error, por muchas razones - Jordi Roca Jusmet.

En los países ricos el imaginario dominante sobre el transporte es "una familia, un coche" (o incluso dos o tres coches); ese imaginario también se ha extendido en otros lugares del mundo. Actualmente, existen pocas dudas sobre que el modelo tradicional basado en quemar masivamente derivados del petróleo debe cambiar debido a la emergencia climática y que debe hacerlo rápidamente. El transporte privado es el principal demandante de petróleo y un contribuidor muy importante en las emisiones de gases de efecto invernadero.

La Comisión Europea ya habla de eliminación paulatina en lugar de prohibición para los motores de combustión en 2035. Sin embargo, muchos ven la progresiva desaparición de los coches actuales como un cambio puramente tecnológico hacia los coches eléctricos sin tener que replantear el modelo de movilidad . Esto es un grave error por muchas razones. El coche privado es una alternativa extremadamente ineficiente en términos energéticos y más en el caso de los coches eléctricos, que por lo general son mucho más pesados que los coches tradicionales debido sobre todo al peso de las baterías. Para mover a una o unas pocas personas es necesario mover una estructura que puede pesar una tonelada y media e incluso más.

La transición a una electricidad cien por cien renovable no es fácil ni ausente de conflictos (¡como bien sabemos en Cataluña!) y si persistimos en el modelo del coche privado la rapidez con la que podemos hacer la transición será menor, ya que a la demanda eléctrica para otros usos será necesario añadir la demanda eléctrica para alimentar el parque automovilístico. El resultado será más emisiones en el período de transición y la dependencia de más infraestructuras energéticas.

Hay que añadir que el despliegue de las energías renovables y su almacenamiento en baterías es muy dependiente de determinados minerales escasos como el litio, el cobalto o algunas de las llamadas “tierras raras”. Ya hace años que informes de instituciones como la Agencia Internacional de la Energía y el Banco Mundial alarman sobre la dependencia de los que se han llamado “minerales críticos”, cuya demanda se multiplicará en las próximas décadas. La extracción de estos minerales genera muchos impactos ambientales y conflictos aunque no los vemos porque normalmente se producen lejos de las zonas ricas. El cambio climático no es el único problema ambiental. Además, la minería de estos materiales y el transporte no se alimenta por supuesto del sol y el aire, sino de combustibles fósiles contribuyendo también a emitir CO2.

Muchas personas asocian la ciudad sostenible del futuro con una ciudad llena de coches eléctricos. Sin embargo, la alternativa al modelo actual es la reducción radical del uso de los coches (eléctricos, eso sí) y la potenciación del transporte público (mucho más eficiente energéticamente) y de los desplazamientos a pie y en bicicleta (que solo requieren energía que obtenemos de los alimentos).

En comparación con los coches actuales, los coches eléctricos no generan directamente CO2 y provocan mucha menos contaminación local que afecta a nuestra salud (aunque también emiten partículas por desgaste de los frenos y neumáticos y levantan partículas depositadas en el suelo). Esto son mejoras evidentes, pero las externalidades negativas de la movilidad en coche a las ciudades van mucho más allá: accidentes y ocupación masiva del espacio público en detrimento del espacio disponible para pasear, convivir o jugar.

¿Un futuro de coches eléctricos? Sí, pero sobre todo, un futuro con muchos menos coches. Es necesario hacer políticas valientes para construir nuevos modelos de movilidad como están haciendo muchas ciudades líderes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario