En la tarde de ayer, por cuarta primavera consecutiva, las jugadoras del FC Barcelona se proclamaron campeonas de Liga. Fue en un partido previsible (3-0 al Sporting de Huelva) que, sin embargo, tuvo el gran aliciente de ver reaparecer la magia de Alexia Putellas y de servir de inyección de ánimo para la final de Champions.
La sensación de bucle incesante, de espiral infinita a la que se refiere Baltasar, era hasta hace poco ajena al fútbol de mujeres. Su condición de fenómeno revolucionario motivaba que el mero hecho de existir prevaleciera sobre el resultado. Todo era nuevo y excitante. La generación de Alexia, Ada Hegerberg o Alex Morgan pasará a la historia por derribar las últimas barreras de la excepcionalidad. Pero conforme se consolide la popularidad del fútbol femenino, las jugadoras serán recordadas, sobre todo, por sus méritos deportivos. Es el rutinario destino que espera a jóvenes campeonas como las barcelonistas Vicky López o Salma Paralluelo, desprovistas ya de la condición de pioneras. Lo advertía la exfutbolista Abby Wambach en un anuncio de Gatorade: “El día en que me olviden será el día en que habremos triunfado”. Eso sí, Siri aún no se entera. Preguntada sobre cuándo vuelve a jugar el Barça, responde como si Alexia y las suyas nunca hubieran existido
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