En Argentina, se denomina «ñoqui» a un empleado público que solo va a su trabajo el día 29 para cobrar. En España no tenemos (creo) una palabra específica para alguien que haga eso y solo nos suena al plato italiano porque el término es una argentinización de «gnocchi», un tipo de pasta italiana que tradicionalmente se come los días 29 de cada mes. Por eso, a los empleados que cobran sin trabajar se les dice ñoquis, porque solo aparecen en su puesto a fin de mes para recibir el sueldo. Eso viene de Argentina, tierra de psicólogos. En España esto no pasa ni sucede, ni acaece que no es poco, aquí ya ni van a cobrar el 29, se lo ingresan en la cuenta corriente los del erario.
La diferencia entre los ñoquis argentinos y los españoles es que los de allí cobran sin trabajar y no toman decisiones, lo cual es un alivio. Los de aquí legislan y dan lecciones de eficacia y buen gobierno, sin darse cuenta de que son los besugos del póquer. Como explican en el confidencial, si un jugador de póquer no sabe quién es el besugo de la mesa, es que el besugo es él. Si un legislador, gobernante o juez no sabe quién es el ñoqui del negociado, es que el ñoqui es él. Mientras en Argentina no es demasiado difícil identificar a los ñoquis, la mayoría solo aparecen en su lugar de trabajo el día de cobro, en España están infiltrados en la Administración y la política. No solo cobran. Hacen como que trabajan. Y toman decisiones, lo cual es peor. Peores son los ñoquis que, a cambio de prerrogativas injustas y emolumentos que no son merecidos, aprueban leyes que ni leen ni entienden. La disciplina de voto, el totalitarismo infiltrado en los partidos, les obliga a validarlas, so pena de ser excluidos de las listas de la siguiente legislatura o privados de poltrona giratoria o un exilio dorado, una vez cesen y dejen de hacer daño. ¡Qué hábiles se han vuelto las élites extractivas! Si su analfabetismo funcional se lo permitiera, constatarían cómo durante las últimas legislaturas, incluyendo la que acaba de finalizar, han aprobado baterías de leyes infumables y mal redactadas, indignas de una democracia liberal que base su funcionamiento en el imperio de la justicia, el respeto a la presunción de inocencia y la clase media. No se quejen de que pierdan votos. A mejor, lo que pretenden es instaurar una “democracia no liberal”, como en Polonia. Vamos camino de ello, acercando al mismo extremo la izquierda y la derecha, hermanando la intransigencia.
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