AI STORYTELLING, NARRATIVA ARTIFICIAL
Mi nombre es Suleman Dawood y mi trágica historia lleva 67 millones de visitas. Un vídeo sobre el joven fallecido en el sumergible del Titanic es el más exitoso de un nuevo género que está triunfando en TikTok: el “AI storytelling”, la narrativa construida con inteligencia artificial Suleman Dawood IA. Así se construyen los cuentos del siglo XXI. En la imagen, el joven de 19 años que falleció junto a su padre mientras buscaban el Titanic. Mi nombre es Suleman Dawood y mi trágica historia lleva 67 millones de visitas | Newsletter 'Artificial' - Delia Rodríguez para la vanguardia.
El vídeo comienza fuerte. “Mi cuerpo se desintegró en el fondo del océano y todo por complacer a mi padre”, dice la imagen hiperrealista de un joven con una sudadera naranja, mirando a cámara y con una escena submarina de fondo, que continúa narrando: “mi nombre es Suleman Dawood y esta es mi trágica historia”.
Durante más de dos minutos el vídeo, claramente generado con inteligencia artificial y tan llamativo que resulta difícil apartar la vista de él, continúa imaginando en primera persona cómo se hubiera sentido el joven de 19 años que murió junto a su padre multimillonario en el sumergible que quería visitar los restos del Titanic, sus pensamientos, sus últimos minutos y sus sentimientos hacia el hombre que le regaló el viaje sin saber que no volverían de él.
El vídeo lleva más de 67 millones de reproducciones en TikTok, una cantidad espectacular para esta plataforma. La cuenta que lo publicó hace menos de dos semanas, Relatos Humanos, que promete “historias reales contadas por sus protagonistas”, posee más de un millón de seguidores. Existen decenas de cuentas muy similares. @yestaesmihistoria también supera el millón. Otras como @historiasvividas, @estaesmihistoria_ia o @memoriasinmortales superan el medio millón.
El viral sobre Suleman Dawood es el más exitoso que he encontrado de un nuevo género que está triunfando en TikTok: el “AI storytelling”, la narrativa construida con inteligencia artificial, que suma las nuevas herramientas con algunos viejos trucos de lo audiovisual para conseguir imágenes animadas sintéticas impactantes. Su hashtag en TikTok reúne más de 13.000 millones de visualizaciones.
Tanto el vídeo sobre Dawood como el resto de los publicados por este tipo de cuentas comparten ciertas características. Sus protagonistas son víctimas o villanos de algunos de los sucesos más conocidos de la historia, aunque también se utiliza el género de terror y la experiencia autobiográfica de grandes personajes. Los narradores explican su historia en primera persona y mirando a cámara en lo que parece una foto animada, probablemente construída con MidJourney + alguna herramienta que aporta movimiento en los labios y voz, como HeyGen o Studio D-ID. El guión también parece haber sido creado con inteligencia artificial, dice Victoriano Izquierdo, cofundador de Graphex y fotógrafo que ha creado imágenes con IA para The New York Times.
Desde la niña Asunta Basterra a Cleopatra, de la mujer que mataba a todos sus hijos según los iba teniendo a Josef Fritzl, las historias más o menos reales son adictivas. A los comentaristas no parece importarles tanto el formato, que parecen aceptar como algo tan natural como unos dibujos animados, como los detalles truculentos de la narración en sí. “Deberían darte un premio”, contestan algunas personas en los comentarios a alguien que osa romper la magia del cuento para llamar la atención sobre el hecho de que esa mujer que habla no se parece a la víctima real de un crimen o que la niña peruana que fue madre a los cinco años era morena y no rubia. La combinación del algoritmo de TikTok y la inteligencia artificial generativa es una bomba. Si la narración captura tu interés durante unos segundos (¿cómo evitarlo?), la plataforma te mostrará una y otra vez cuestiones similares.
El nuevo género es muy reciente. Solo a finales de mayo empezaron a aparecer algunas menciones en prensa, con un artículo de la revista Rolling Stone que advertía del auge del true crime artificial escenificado por niños. Sin embargo, esta escena anglosajona (Kotaku se sorprendía ante un vídeo con 100.000 visualizaciones) palidece ante el éxito de los vídeos en castellano, mucho más virales. El fenómeno no es extraño: a pesar de contar con un público teóricamente más limitado por el idioma, ciertas narrativas relacionadas con el storytelling siempre han sido más compartidas en Facebook entre los hispanos. Parece que nos gusta mucho una buena historia, sin importar su formato o nuestro país de origen. Puede que existan éxitos similares en inglés, pero no hemos encontrado vídeos o cuentas con un alcance comparable a las que hemos citado.
A Janira Planes, experta en comunicación digital y creadora en TikTok, estos vídeos le recuerdan a otro género hipnótico de la plataforma: los vídeos donde se sobreimprimen grandes historias del foro Reddit a imágenes, por ejemplo, de Minecraft. La forma en la que los autores pueden monetizar el contenido no está clara, pero algunos prometen explicar cómo hacer dinero creando vídeos virales con herramientas de IA. Llevo varios días investigando estos vídeos. No he conseguido contactar con los autores, pero podrían ser cualquiera: yo misma probé las herramientas que hemos citado y tardé unos veinte minutos en generar un Salvador Dalí bastante simpático explicando cómo se llevaba a su ocelote a las fiestas. No soy muy original, tampoco los creadores que se han puesto a jugar para crear series como “si Harry Potter sucediera en Italia”.
Sí me parecen más interesantes las narraciones de sucesos en primera persona, por muy atroces, inquietantes o sensacionalistas que sean: tenemos en nuestras manos herramientas sofisticadísimas y nuestra imaginación vuelve a los cuentos de alrededor de la hoguera y al crimen, con sus advertencias y sus moralejas, a las técnicas básicas de la narración. No somos capaces de resistirnos a una primera frase como “mi cuerpo se desintegró en el fondo del océano y todo por complacer a mi padre”. Sobre todo cuando fuimos testigos del hecho y se trata de nuestra propia mitología compartida, nuestros cuentos del siglo XXI. Lo que no sé es si Delia Rodríguez se ha preguntado, hasta que punto narrar este tipo de historias es no tan solo incorrecto, sino ilegal. Creo que debería respetarse la memoria de los muertos, en vez de fabular con ella.
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