Foto. Ricard Pardo - Noxeus

- La cita de Julio Cortázar no era del Libro de Manuel, sino de El examen. Va del recorrido de un grupo de personas que van a un examen en la Facultad de Letras de la UBA, que, finalmente, se suspende. Los protagonistas caminan por un Buenos Aires cubierta por la niebla y que se desmorona. Todos van como de intelectuales y desprecian a las masas que se han apoderado de las calles. Uno de los personajes dice: «...Y la gente, la otra niebla oscura y parda, al ras del suelo».

Yo creo que es imagen de la niebla oscura a ras de suelo es útil para representar la energía bruta de lo urbano que toda polis teme por encima de cualquier cosa.. La opacidad de lo urbano, la proliferación de sociedades interpuestas, entrecruzadas y efímeras que trazan ese plano ilegible, encuentra en las imágenes de la niebla o de la bruma espesa sus metáforas idóneas.

Una alegoría así, para describir la ilegibilidad de lo que sucede en las calles, ha encontrado más eco en la literatura. En el prólogo a un libro de fotografías sobre el nuevo Berlín, Alfred Döblin se refería en 1928 a cómo las ciudades poséen una opacidad absoluta e irrevocable : «En otras palabras : Berlín es mayormente invisible. Cosa curiosa : con Francfort del Menlo, Munich no pasa esto, ¿o sí? ¿Acaso serán en su conjunto las ciudades modernas en realidad invisibles, y aquello que de visible hay en ellas sea meramente ese ropero usado que queda como legado?». Lo cita S. Neumeister, en «La ciudad como teatro de la memoria», Revista de Occidente, Madrid, 148 (junio 1993), p. 71. A ver si lo encuentro y te lo mando.

Algunos ejemplos más. Ese poema de Luis Cernuda: "En medio de la multitud», que está en Los placeres prohibidos : "Vacío, anduve sin rumbo por la ciudad. Gentes extrañas pasaban a mi lado sin verme. Un cuerpo se derritió con leve susurro al tropezarme / Anduve más y más. No sentía mis pies. Quise cogerlos en mi mano y no hallé mis manos ; quise gritar, y no hallé mi voz. La niebla me envolvía".

En Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, el Gran Kan y Marco Polo​. en un momento dado, se quedan pensativos en silencio, mientras​, dice Calvino,​ el humo de sus pipas evoca el «humo opaco que pesa sobre la calles bituminosas» de las metrópolis.

Idéntica apreciación en Michel de Certeau en La invención de lo cotidiano, que comentaba como desde el piso 110 del World Trade Center de Nueva York se puede vivir la ilusión de una legibilidad de lo que ocurre abajo, en las calles, cuyos elementos pueden parecer, desde lejos, dotados de un cierto orden. En cambio, ese efecto óptico de transparencia escamotea la realidad de una opacidad total allá abajo. Esa visión desde 420 metros es la del urbanista o la del cartográfo, dios panóptico que cree verlo todo, pero al que, en realidad, todo se le oculta.

“Es a «abajo» por contra (down), a partir de ese suelo en que cesa la visibilidad, donde viven los practicantes ordinarios de la ciudad. Forma elemental de esta experiencia, son los andariegos, Wandersmänner, cuyo cuerpo obedece a los grosores y a las finuras de un «texto» urbano que escriben sin poderlo leer. Estos practicantes se mueven por espacios que no se ven ; tienen de él un conocimiento tan ciego como el del cuerpo a cuerpo amoroso. Los caminos que se responden unos a otros en ese entrelazamiento, poesías ignorantes de las que cada cuerpo es un elemento firmado por muchos otros, escapan a la legibilidad. Todo pasa como si un encegamiento caracterizara las prácticas organizadoras de la ciudad habitada. Las redes de esas escrituras que avanzan y se entrecruzan componen una historia múltiple, sin autor ni espectador, formada de fragmentos de trayectorias y de alteración de espacios, se mantiene cotidianamente, indefinidamente, otra.”

Y acabo con otra referencia que salió en nuestra charla. Al final de La batalla de Árgel, la película de Gilo Pontecorvo (1966) sobre las expresiones urbanas de la guerra de independencia argelina, los ocupantes franceses se enfrentan a la insurrección inminente de los habitantes de la cashba. Desde la línea de gendarmes y paracaidistas que se prestan a aplastar la rebelión, un agente, megáfono en mano, se dirige a los insurrectos para que depongan su actitud.

Ante él, pero, no hay nada que pueda ser distinguido. Su perorata rebota en una especie de neblina que se extiende delante suyo, un vaho denso en cuyo interior resuenan los gritos multiplicados por mil de las mujeres argelinas. Literalidad de la condición impenetrable de lo urbano, resistente a todos los intentos de la polis por hacer diáfana la trama viviente de la ciudad. - Publicado por Manuel Delgado. -