Najat El Hachmi habla, y habla claro. Contra el racismo institucional e institucionalizado que pone barreras materiales y simbólicas a la posibilidad de acceder a una vida digna y al respeto de los derechos que tienen todas las personas, vengan de donde vengan. Pero también contra lo que ella llama con gran acierto “la internacional misógina”, posicionada contra todo tipo de patriarcado, sea cuál sea la ideología o la religión que lo imponga. 

Desde la conciencia feminista, tampoco ahorra críticas a las trampas de una liberación falsa que nos condena a la búsqueda de una perfección imposible, y que nos vuelve a atrapar a las mujeres cuando pensábamos que ya casi teníamos la igualdad al alcance... Ni se las ahorra, como no, contra la peregrina idea de que los hombres pueden ser mujeres solo con decirlo, por más que ahora les ampare una ley, y con las trágicas consecuencias que eso tiene para niñas y niños.

También habla claro Antoni Puigverd, sobre la ley trans i el movimiento 'queer', solo que a él no le critican como a Najat,  quizás porque es hombre e indígena catalán. 

"Una de las aportaciones chocantes de la ley trans, aprobada en marzo pasado, es la de permitir el paso tan decisivo como la transición a adolescentes de 16 años, anulando de facto la tutela de los padres. Al ignorar el malestar adolescente, que todos recordamos, la ley demuestra ir más allá del apoyo a las personas trans, minoría que, como todas, debe ser protegida.  La ley se acerca a las tesis de Judith Butler, que argumenta que la diferencia de género es una mala herencia cultural, una invención represiva; y que los patrones de hombre y mujer deben ser reemplazados por la indiferencia de género, que encajaría con la etapa primigenia de la humanidad.

El éxito de la teoría queer coincide con el auge de un animalismo que va mucho más allá de la necesidad de proteger a los animales del sufrimiento. Peter Singer sostiene que algunos animales (determinados mamíferos) tienen la condición de persona, mientras niega dicha condición a varios grupos humanos: los bebés considerados inviables; o los ancianos y enfermos que han perdido la conciencia.  Caídas del cielo académico, estas éticas se imponen como dogmas. Una  fetua, un anatema se proyecta sobre quien se atreve a cuestionarlas. Le está pasando a la escritora J.K. Rowling. La opinión pública está llena de inquisidores. El silencio forzado deja el campo libre a la extrema derecha, que escarnece sin temor a las minorías. De este modo se fabrica la polarización. 

Me atrevo a decir que el magnetismo cultural de Butler y Singer proviene de la narrativa bíblica implícita en sus teorías. Reflexionando sobre Marx, Freud y Lévi-Strauss en Nostalgia del Absoluto (Siruela), George Steiner explica que estos intelectuales judíos laicos construyen sus teorías sobre el substrato narrativo de la Biblia: el paraíso perdido del Edén, el mesianismo y el ideal de la Tierra Prometida, principalmente.


Si Freud abría una ventana a la vida humana liberada de la represión, si la dialéctica de Marx aseguraba una vida justa y salvífica en la tierra para toda la humanidad, si Lévi-Strauss idealizaba el Edén perdido, también Butler asegura un retorno liberador a los orígenes de la humanidad, si la sociedad rompe las cadenas de los géneros; mientras que Singer incorpora las especies animales a la narrativa del Pueblo Escogido.