RÉQUIEM POR NUESTRO HOGAR, NEST LO CONTROLA

En 2000, un grupo de informáticos e ingenieros del Instituto Tecnológico de Georgia (Georgia Tech) colaboraron en un proyecto llamado Aware Home (Hogar Consciente).  Se trataba de crear un «laboratorio vivo» para el estudio de la llamada computación ubicua. Para ello, imaginaron una «simbiosis humano-hogar» en la que múltiples procesos animados e inanimados fueran captados por una elaborada red de «sensores conscientes del contexto», integrados en la casa y en unos pequeños ordenadores que  los ocupantes de aquel hogar pudieran llevar puestos (tecnología ponible o wearable) en todo momento. El plan así diseñado obligaba a una «colaboración inalámbrica automatizada» entre la plataforma en la que se alojaba la información personal obtenida de los dispositivos móviles de los ocupantes de la casa y una segunda plataforma en la que se alojaba la información ambiental extraída de los sensores.  Tres eran los supuestos de trabajo de aquel experimento. En primer lugar, los científicos y los ingenieros entendían que los nuevos sistemas de datos producirían un ámbito de conocimiento totalmente novedoso. En segundo lugar, se asumió que los derechos sobre ese nuevo conocimiento y el poder de usarlo para mejorar la propia vida pertenecían exclusivamente a las personas que vivían en la casa. En tercer lugar, el equipo dio por sentado que, pese a tanta maravilla técnica digital como allí había, Aware Home no sería más que una encarnación modernizada de las convenciones ancestrales que conciben el «hogar» como el lugar de asilo privado donde se refugian quienes se recogen entre sus paredes.

Todo esto se expresó tal cual en el plan de ingeniería. Allí se puso el énfasis en la confianza, la simplicidad, la soberanía del individuo y la inviolabilidad del hogar como ámbito privado. El sistema de información de Aware Home se concebía como un simple «bucle cerrado» de dos nodos únicamente y controlado por completo por los ocupantes de la casa.  Dado que esta estaría «monitorizando constantemente la localización y las actividades de los ocupantes [...], e incluso rastreando las condiciones médicas de sus habitantes», el equipo concluyó que había «una necesidad muy clara de dar a los ocupantes el conocimiento y el control sobre la distribución de esta información». Todos los datos tendrían que almacenarse en los ordenadores portátiles de los ocupantes «para garantizar la privacidad de la información de cada individuo».

En 2018, se calcula que el volumen de negocio del mercado mundial de los «hogares inteligentes» asciende a unos 36.000 millones de dólares y se prevé que alcance los 151.000 millones para 2023.  Las cifras ocultan el verdadero terremoto que se está produciendo bajo su superficie. Pensemos en solo uno de los dispositivos típicos de un hogar inteligente: el termostato Nest, fabricado por una empresa que era propiedad de Alphabet, la compañía matriz de Google, que terminó fusionándose con la propia Google en 2018. 

El termostato Nest hace muchas de las cosas que se imaginaron en aquel Aware Home. Recoge datos sobre su uso y su  entorno, utiliza sensores de movimiento y computación para «aprender» los comportamientos de los habitantes de una casa. Las aplicaciones de Nest pueden recabar datos de otros productos conectados, como automóviles, hornos, pulseras de actividad y camas. Esos sistemas pueden activar luces, por ejemplo, si se detecta un movimiento anómalo, indicar que se grabe en vídeo y en audio lo que está ocurriendo, e incluso enviar notificaciones a los propietarios o a otras personas. Ahora, y como consecuencia de la fusión con Google, el termostato, al igual que otros productos de Nest, se fabricará incorporando funciones de inteligencia artificial  de Google, incluido su «asistente» digital personal.

Cuando está conectado por wifi y en red, los intrincados almacenes de datos personalizados del termostato se suben a los servidores de Google. Cada termostato viene con su «política de privacidad», su «acuerdo de términos de servicio» y su «acuerdo de licencia para el usuario final». Dichos documentos revelan consecuencias opresivas en materia de privacidad y seguridad, pues permiten que se comparta información familiar y personal sensible con otros dispositivos inteligentes, con personal anónimo y con terceros a efectos de análisis predictivos y de su venta a otras partes no especificadas. 

Nest apenas se responsabiliza de la seguridad de la información que recopila y no asume responsabilidad alguna por el uso que las otras empresas de su ecosistema den a esos datos. Según un análisis detallado de las políticas de Nest realizado por dos expertos de la Universidad de Londres, si el comprador de un simple termostato doméstico se propusiera introducirse en el ecosistema de dispositivos y aplicaciones conectadas de Nest para revisar sus correspondientes (farragosos e impudentes) términos, tendría que mirarse cerca de mil de esos mal llamados «contratos». 

Si el cliente se negara a aceptar las estipulaciones de Nest, los términos del servicio indican que la funcionalidad y la seguridad del termostato se verían seriamente comprometidas y se interrumpirían entonces las actualizaciones necesarias para garantizar el funcionamiento fiable y seguro del aparato. Las consecuencias de tal interrupción podrían ir desde la congelación de tuberías hasta fallos en los detectores de humos, sin olvidar una mayor facilidad para jaquear el sistema domótico interno.

En 2018, ya habían desaparecido, pues, los antiguos supuestos de partida del proyecto Aware Home, arrastrados por la corriente. ¿Arrastrados adónde? ¿Qué corriente había sido esa? Aware Home, como otros muchos proyectos visionarios, imaginaba un futuro digital que empoderaría a los individuos, facultándolos para vivir unas vidas más eficaces. Lo más importante es que, en el año 2000, aquella imagen de futuro presuponía (como lo más natural del mundo) un compromiso inquebrantable con la privacidad de las experiencias individuales. 

Si un individuo optaba por transmitir su experiencia digitalmente, seguiría ejerciendo derechos exclusivos sobre los conocimientos reunidos a partir de esos datos, así como derechos exclusivos también para decidir qué uso dar a tales conocimientos.  En la actualidad, ese derecho a la privacidad, a los conocimientos y a la aplicación de estos ha sido usurpado por una audaz aventura de mercado propulsada por la atribución unilateral de un presunto derecho a disponer de las experiencias de otras personas y del conocimiento que se deriva de tales experiencias.  ¿Qué supone este cambio fundamental para Hogar o exilio en el futuro digital nosotros, para nuestros hijos, para nuestras democracias y para la posibilidad misma de que exista un futuro humano en un mundo digital? 

El presente libro trata de responder a esas preguntas. Su tema es el ensombrecimiento del sueño digital y su vertiginosa mutación en un proyecto comercial voraz y absolutamente novedoso al que yo llamo capitalismo de la vigilancia. - Soshana Zuboff -

Zuboff publicó 'el capitalismo de la vigilancia' hace 10 años, conste pues que estábamos avisados, pero no le hemos hecho caso y le hemos dado a aceptar cada vez que nos lo han pedido para entrar en cualquier página y hemos ido robotizando nuestros hogares, y aunque esto tenga también su parte positiva, a la larga será perjudicial para la salud propia y de nuestros hogares, que al igual que nosotros, no son tan inteligente como interesadamente nos han querido vender.


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