A PROPÓSITO DE LA VERDAD

Tenemos a nuestros amados políticos peleándose entre sí. Para variar, unos tachan de mentirosos a los otros y los otros a los unos, o sea, que todos mienten sería lo más razonable a considerar.  De hecho, todos mentimos, y lo hacemos a diario y muchas veces. Y menos mal que así obramos. Tomad la firme resolución, una mañana, al despertar, de decir la verdad a todos los que os crucéis, sin excepción, durante las veinticuatro horas, amigos, amantes, padres, familiares, colegas, anónimos, superiores, comerciantes, vecinos y demás. Manteneos en esta decisión sin concesiones, sean cuales sean las circunstancias. Os garantizo que os enfadaréis con la mitad de vuestros conocidos, si no con todos. Se habrá tenido la impresión, codeándose con vosotros, de cruzarse con un patán, un tipo grosero, sin tacto, sin elegancia, un individuo de mal carácter, con lengua viperina, sin maneras, que ignora la cortesía elemental y los modales básicos. Eso sí, estaréis satisfechos de la verdad, nada más. ¿Es decir? Habréis dicho a los imbéciles que lo son, a los inoportunos que os molestan, a los interesados, los agarrados, los tacaños que os sacan de quicio, a los que han engordado o envejecido que los kilos de más o las arrugas no les sientan bien, habréis afirmado sin miramiento que estáis hartos de comer con personas que no os interesan, con los cuales las comidas se os hacen largas, os desplazaréis para decir a alguien que no soportáis su belleza, su inteligencia, su éxito, su dinero, confesaréis que los triunfos de los otros a menudo os encogen el corazón, mientras que sus fracasos os alegran la mayoría de las veces, etc. 


Además, y en cualquier caso, estaríamos hablando de nuestra verdad, una verdad que nunca es objetiva. Solos los niños y los locos dicen que dicen la verdad, y en los niños no lo tengo muy claro. Mintamos pues hasta morir, és más seguro y razonable para no convivir la convivencia en un infierno.


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