Francesc Cambó acostumbraba a hacer pajaritas de papel de todos los tamaños en su escaño cuando se aburría en el Congreso de los Diputados, de eso hace un siglo. No me imagino que ningún diputado se entretuviera con la papiroflexia durante la fallida sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo. La tensión se mascó, especialmente el martes, cuando Pedro Sánchez renunció a responder al presidente del PP, eligiendo al diputado Óscar Puente para “repartir leña”, mientras Feijóo agarraba “un enfado cósmico”, según expresiones de Enric Juliana en este diario. Si alguien hubiera hecho una pajarita en el salón de sesiones, esta habría salido volando por una ventana.
Pero Enric Juliana contempla una posibilidad que creo no le desagradaría a Núñez Feijóo, y menos ahora que parece ha decidido perpetuarse en su cargo. La amnistía catalana podría ser la puerta de entrada del Partido Popular en una sorprendente zona de confort en la que la derecha española tendría a su alcance futuros pactos con el Partido Nacionalista Vasco e incluso con Junts per Catalunya. Un mágico regreso a 1996. Un viaje interestelar. No es imposible que eso ocurra en los próximos años, teniendo en cuenta los avances en la aplicación práctica de la física cuántica.
Estamos ante una de esas encrucijadas que tienen más ironía que dramatismo, por mucho que griten en Madrid DF. La dramatización extrema de los problemas políticos españoles es una hábil táctica de intimidación, con efectos paralizantes. Todo es una tragedia cuando creen que algo no les conviene. Y, sin embargo, la amnistía catalana les conviene, primero, para combatirla, después, para poder ampliar su campo de alianzas.
Con la elección de Óscar Puente para la réplica a Feijóo, Sánchez ha querido preservar ese pequeño margen de maniobra. El jabalí de Valladolid (jabalí, expresión surgida del parlamentarismo de la Segunda República) ha servido de escudo y se ha comido a Sumar, que no acaba de encontrar el tono, pese al activismo de Yolanda Díaz en las últimas semanas. En caso de repetición electoral, el PSOE probablemente dejaría a Sumar con menos diputados y el PP absorbería más votos de Vox. El equilibrio resultante podría ser similar al actual, con fuerte desgaste para Sánchez.
Y finalmente nos queda la hipótesis Burniol: abstención del PP para facilitar la investidura de Sánchez, con el objetivo de invalidar el pacto con los independentistas, acumular autoridad moral y empujar al PSOE a una política de concertación nacional. Ese movimiento, sugerido en agosto por Juan-José López Burniol, colaborador semanal de La Vanguardia, no es fácil de llevar a cabo dentro de una cultura política basada en el drama calderoniano.
Feijóo quiere durar, y esa acrobacia es arriesgada ante un público de derechas habituado al choque dramatizado. Y el jabalí de Valladolid no se lo ha puesto fácil. Esa también era una de sus misiones, y a fe que la cumplió con creces.
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