EL 'PROCÉS' DE MADRID




Ya durante la pandemia, las pequeñas manifestaciones, boicots y desobediencias en el centro de Madrid anunciaron lo que está ocurriendo ahora en la capital. Cristaliza desde abajo un movimiento social nacionalista. Recuerda muchísimo al procés. Los dos grandes partidos de derecha, PP y Vox, influyen en ellos. Si Díaz Ayuso es figura emergente, Aznar ejerce de autoridad moral: dio el pistoletazo de salida a las movilizaciones.
Aunque, desbordando los estrechos límites de la militancia partidista, una considerable suma de organizaciones civiles está incorporando a este nuevo movimiento a muchas personas que hasta ahora no se había comprometido en política. Si en las movidas de Ferraz abundan los grupos neofranquistas y tradicionalistas, la impresionante manifestación del sábado tuvo un acento más moderado, con apelaciones liberales, de defensa de la democracia y de los valores constitucionales. Como en el procés, la amalgama madrileña es muy transversal.
La elección de los portavoces de la gran manifestación de Cibeles reflejaba la voluntad de ir todavía más lejos: aproximar el naciente movimiento nacionalista a los sectores de izquierda que con su movilización levantaron, en las elecciones del 23 de julio, el muro de contención contra la hipótesis de un gobierno de PP y Vox, que las encuestas anunciaban. Trapiello, Ovejero, Boadella y Savater son personalidades de indiscutible valía (algunos de ellos, de origen antifranquista). También era intencionada la presencia de Júlia Calvet, hija de padres independentistas. Asegurados los sectores de extrema derecha, el movimiento españolista busca abrir boquete en las izquierdas y en Catalunya para poner contra las cuerdas a la precaria mayoría con que Sánchez pretende aprobar la amnistía.
Al parecer, el ‘procés’ no acabará con la amnistía, tan solo cambiará de sede. Savater dijo el sábado que “la resistencia” contra el pacto de gobierno y la amnistía acaba de empezar y abanderó un concepto que en Catalunya es muy familiar: “la desobediencia”. Insistió, también, en que los ciudadanos no son “siervos” sino “libres”. Es inevitable asociar estos conceptos a los valores que defendía el movimiento que hizo posible el procés: libertad, dignidad, desobediencia.
Como el procés, la resistencia españolista se fortalecerá con grandiosas manifestaciones como la del sábado. Como el procés, recibe apoyo institucional (Comunidad de Madrid). Como el procés, responde a una formidable alianza de medios públicos y privados. Incluso es tutelado por intelectuales, como ocurrió con las manifestaciones catalanas (Sala Martín, Rubert de Ventós, Cardús, Llach: el amplísimo espectro ideológico inicial). Ahora las manifestaciones que reúnen a familias con niños se celebran en Madrid, lo que, por otra parte, es compatible con los cortes de calles y autopistas, y con una agitación nocturna nerviosa e intimidatoria. Lo que era condenable en Barcelona, en Madrid es comprensible.

El procés de Madrid es un relato a la vez antagónico y paralelo al de Barcelona. Como el procés catalán, el de Madrid parte de una visión apocalíptica (¡Sánchez llevará a España a la desaparición!), tiene claros componentes pararreligiosos (el vacío del mundo contemporáneo favorece las pasiones identitarias) y responde a una voluntad de representar en la calle al “buen pueblo”, en oposición a “los traidores” que destruyen la nación amparándose en las instituciones de manera ilegítima, abusiva e insoportable. En contra de lo que podíamos pensar, el procés no acabará con la amnistía, tan solo cambiará de sede. Antoni Puigverd en la vanguardia. aunque hay que decir que el padre del palabro procés, la procesisación de Madrid, es el filósofo Bernat Dedéu, que en su día ya avisó del hecho.

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