Hoy es el día de los inocentes, aunque la tradición de los Santos Inocentes, en realidad, de inocencia, no tiene nada porque hace referencia a una matanza de niños, la que se dice que ordenó Herodes de todos los menores de dos años nacidos en Belén, en su obsesión por deshacerse del recién anunciado Mesías, Jesús de Nazaret, lo cual tampoco sabemos del todo seguro si fue así. La noticia de los hechos podría ser falsa. La primera pista está en la ausencia de este episodio en los otros tres evangelios, solo sale en el de San Mateo, pero mucho más peso tiene su ausencia en la narrativa que Flavio Josefo, un historiador del siglo I, hizo de la variada psicopatía del rey judío. Documentó cómo mató a varios miembros de su familia por miedo a perder el trono, y sin duda hubiese mencionado el episodio si realmente hubiera tenido lugar. Es altamente improbable que Josefo, siendo judío y con ninguna simpatía por Herodes, obviara mencionar una masacre de este tamaño y arbitrariedad.

La verdad no ha muerto, pero es maltratada a diario. Políticos sin escrúpulos y medios sin moral han intentado hacernos creer que vivimos en la era de la posverdad y que la mentira ha triunfado porque es mucho más divertida. Donald Trump terminó su mandato habiendo dicho 30.000 mentiras, según registró The Washington Post, y no repitió mandato por un puñado de votos. La Fox ha sido declarada por Joe Biden como un medio “no creíble” tras perder una demanda por difamación, despedir a su presentador estrella por mentir a sabiendas y reconocer su propietario que sus periodistas habían llegado demasiado lejos, sin que afectara a su audiencia. Pero la verdad sigue siendo lo que era y la prensa de calidad resiste esta tormenta perfecta de políticos y periodistas indecentes. No es fácil imponerse, porque en las redes sociales las mentiras fluyen a la misma velocidad que los mensajes de odio. The New York Times tuvo que aclarar hace un mes que nunca habían escrito que Pedro Sánchez era “el presidente más mentiroso y odiado de Europa” por su cambio de opinión respecto a la amnistía, en contra de lo que difundió una cuenta fake de Twitter, presente también en Facebook. Digitales como maldito bulo o Tremending, se pasan el santo día desmintiendo noticias falsas o tendenciosas, pero es una labor ingrata y a la vez inútil, el desmentido llega siempre tarde y el daño inicial ya se ha producido, y no solo eso, persiste en el tiempo. Aún hay quien cree que Obama era musulmán, o que Podemos estaba financiado por Venezuela.

Por todo ello, las inocentadas del 28 de diciembre prácticamente han desaparecido de los periódicos y se circunscriben sobre todo a la prensa deportiva y al mundo online. Bastante maltratada está la verdad como para andarnos con bromas. Cada vez resulta más difícil distinguir las mentiras en la selva informativa en que nos movemos. Y en eso llegó la inteligencia artificial, que no solo amenaza la verdad, sino incluso la realidad. Así que bromas, las justas tal día como hoy.