A LA I.A. NO LE GUSTA LA FRUTA

Con el auge de la inteligencia artificial parece estar cumpliéndose el vaticinio de Daniel Innerarity, de que “cuanto más digas que es inteligente, más personas se convencen de que es más inteligente de lo que es”. De acuerdo que la actual IA es potentísima al procesar gran cantidad de datos, pero no en la producción de nuevas visiones y conocimiento o las recomendaciones acerca de fenómenos nuevos sobre los que se carece de datos o información. El poder computacional es cálculo veloz y procesamiento de mayor cantidad de datos, pero no inteligencia. En la inteligencia artificial y el análisis de datos hay mucha fuerza bruta computacional, pero no una comprensión del contexto mundano. La idea de una superación o reemplazo de nuestra inteligencia se ha tomado demasiado en serio la fase inflacionaria en que estamos. ChatGPT y otros artefactos que le sucederán son productos increíblemente capaces de procesar información y lenguaje sin saber de qué va, es decir, serían inteligentes hasta el límite en el que comienza la comprensión del mundo. La IA puede traducir textos, realizar diagnósticos médicos e imitar patrones de conducta humana, pero sin comprender realmente todo ello. Lo que hace a los sistemas de IA tan difícilmente comparables con los términos humanos es que son capaces de adquirir un impresionante nivel de conocimiento experto sin haber adquirido antes un sentido común rudimen­tario. Lo que nos hace únicos a los humanos no es la precisión y exactitud, sino, por así decirlo, lo contrario: estamos continuamente pensando en aproximaciones y gestionando situaciones imprecisas; tenemos una especial capacidad para atender a lo singular y a la excepción. Las faltas de claridad las compensamos con aquello que nos hace más humanos: conciencia, empatía, intuición, afecto. Por contraste, las limitaciones cognoscitivas de la IA se deben a que es un conjunto de técnicas inapropiadas para un mundo abierto, que funcionan para problemas muy específicos, donde las reglas no cambian y cuando se dispone de muchos datos. La inteligencia artificial resuelve cierto tipo de problemas que la inteligencia humana no es capaz porque esta no puede examinar los datos necesarios o a la velocidad que se requeriría. 

La superioridad de las máquinas es clara cuando se trata de cálculos que no se basan en la ruptura de reglas, sino en su correcta aplicación, pero hacer un chiste o combinar metafóricamente ámbitos semánticos diferentes requieren otras capacidades. Estamos sobrevalorando los progresos de la IA e infravalorando la complejidad de la comprensión humana del mundo. El reduccionismo de la inteligencia a gestión de datos y cálculo es lo que explica que estemos cediendo poder a unas máquinas que no son muy fiables, especialmente en lo que se refiere a valores humanos, sentido y visión de conjunto o su inserción en una sociedad política, con sus prioridades y sus objetivos de equilibrio, sostenibilidad o igualdad. Nuestro pensamiento y experiencia dependen de nuestro cuerpo, que tiene un papel activo en los procesos cognitivos. Seguramente nadie ha expresado con más fuerza poética esta corporalidad de nuestro conocimiento que Nietzsche: “No somos ranas pensantes, ni aparatos sin entrañas registradores de la objetividad; debemos dar constantemente a nuestros pensamientos, desde nuestro dolor y maternalmente, todo lo que tenemos en nosotros de sangre, corazón, fuego, deseo, pasión, agonía, conciencia, destino, catástrofe”. A una IA (Inteligencia Artificial), no le gusta a fruta. A una IA (Idiotez auténtica) sí, le gusta la fruta.

3 comentarios:

  1. No tengo una opinión ni clara ni amplia sobre la IA y sus efectos, solo participo de temores y precauciones sensatas y, como todos, permanezco a la expectativa. Si la IA nos libra algún día de personajes mediocres y egoístas como ciertos de la foto bienvenida la IA. Lo malo seríoa que la IA copie,m tome como modelos, a esos personajes. Canta, oh musa, la cólera del Pelida Aquiles...

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  2. Ciertos personajes, o todos los de la foto. Bueno, quizás al Señor de Murcia lo podríamos salvar. El problema de la IA es que como no tiene criterio propio, recoge todo lo que encuentra en un totum revolutum.

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  3. Puede que todos, es que a alguno no le distingo bien.

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