Tengo 50 años. Vivo en una pequeña ciudad sueca. Estoy casado, tengo dos hijos y un perro. Tengo una empresa de consultoría sobre ecología nocturna. He trabajado con el partido verde. Necesitamos que la luz nocturna de nuestras ciudades sea más tenue e inteligente. Mi fe está en la vida. Johan Eklöf, científico ecólogo y escritor; investiga la contaminación lumínica. Inma Sanchís le ha entrevistado a la contra de la vanguardia.

Resulta fascinante la experiencia de sentir cómo nuestros ojos se aclimatan lentamente y cambian a la visión nocturna, escribe en el Manifiesto por la oscuridad (Rosamerón). “La noche es nuestra amiga. Descansamos en la oscuridad, en la quietud y la sutil belleza. Nos inspiramos en la noche, más allá de la Vía Láctea y sus luces lejanas. Todavía hay vida en la oscuridad de la noche. Recuperémosla, hagámosla nuestra”. Eklöf, que tiene una empresa de consultoría sobre murciélagos, ecología nocturna e iluminación respetuosa con la naturaleza, es conocido internacionalmente por sus investigaciones sobre la contaminación lumínica. “La bombilla, durante mucho tiempo símbolo de progreso, debe apagarse. Es necesario abrazar la oscuridad para asegurar un brillante futuro”.

¿Cuánta luz es demasiado?

En 2017 se logró aislar el gen que controla el ritmo circadiano en todas las especies, desde las bacterias hasta el ser humano.

Nuestro reloj interno.

Sí, la alimentación y el sueño; de hecho, todas nuestras células están organizadas con base en estos ciclos naturales.

Noche y día, luz y oscuridad.

Nuestro planeta brilla las 24 horas del dia. La Tierra es una bola brillante de luz artificial. Entre 2011 y 2022, la contaminación lumínica en la Tierra aumentó un 9,6% anual. Todo el planeta está en un jet lag permanente.

¿Y cuáles son las consecuencias?

El exceso de luz artificial en el que vivimos ha aumentado el insomnio, la depresión e incluso la obesidad: la hormona que controla el apetito, la leptina trabaja conjuntamente con la melatonina, la hormona sensible a la luz que nos induce al sueño.

Dormimos menos.

Sí, y eso altera nuestros ritmos circadianos, afecta a nuestros ciclos hormonales y al sistema inmunitario. La melatonina se activa con la oscuridad, se ralentiza nuestro ritmo cardíaco y baja la temperatura corporal, a partir de aquí se ponen en marcha muchos otros procesos necesarios para nuestro organismo.

El nuestro y el de todos los seres vivos.

Sí, ocurre lo mismo con el resto de animales y plantas. Además, aquellos que tienen hábitos nocturnos se ven desplazados de las condiciones de oscuridad en las que han evolucionado y en las que socializan, se alimentan y reproducen.

Hemos expulsado a los habitantes de la noche con nuestra luz.

En Suiza han investigado las colmenas y los prados por la noche. Debido a la iluminación las colmenas no pueden realizar su trabajo y la polinización ha caído un 60%, lo que afecta a todos los ecosistemas y todo el planeta.

En China polinizan los árboles los humanos.

Sí, vi estas imágenes: en la provincia de Sichuan varios miles de trabajadores subían a los árboles para polinizar las flores, haciendo el trabajo que hubieran hecho las abejas.

Pero ya no tienen abejas.

Un obrero eficiente es capaz de polinizar diez árboles al día. Una pequeña colonia de abejas poliniza cien veces esta cifra. La contaminación lumínica es una de las principales causas del apocalipsis de insectos que estamos viviendo. En algunos lugares, las poblaciones han descendido un 70% en tres décadas.

La mitad de las especies de insectos son nocturnas.

Se guían por las estrellas y la luna, la fuente de luz natural más brillante del cielo nocturno, hasta encontrarse con la luz artificial.

Se arremolinan y mueren agotados.

Incluso quienes sobreviven no han conseguido el néctar y han transportado el polen de las plantas, no han encontrado pareja y no han puesto huevos.

Es un final triste.

Las tortugas marinas recién nacidas se dirigen hacia el suelo en lugar de hacia el mar iluminado por la luna. Engañados por la iluminación exterior, los árboles urbanos permanecen verdes más tiempo que sus homólogos rurales.

Mejor a media luz.

Si restauramos los ritmos circadianos en todos los animales, tendremos ecosistemas más saludables. En las calles podemos poner sensores de movimiento y temporizadores para que las luces se apaguen si no se necesitan.

Esto es ser una ciudad que piensa.

También se pueden utilizar fuentes de luz menos dañinas, como la luz roja o amarilla. Hay muchas cosas que se pueden hacer sin tener que apagar las luces por completo.

Esto nos cambiaría incluso a nosotros.

Sí, podríamos ver alguna estrella, algo inusual en las ciudades. Creemos que la luz hace un sitio más seguro, pero los estudios demuestran que la delincuencia nada tiene que ver con una ciudad luminosa u oscura.

¿Y nadie baja la luz?

En algunos sitios ya se están tomando tamaños. Francia adoptó una política nacional que impone toques de queda en la iluminación exterior.

Y triunfa el turismo de cielo oscuro.

Países de todo el mundo que tienen regiones menos contaminadas por las luces de las ciudades ofrecen paseos para observar a las estrellas o ver la aurora boreal. Hay algo en la sensación de ser pequeño bajo el cielo nocturno que nos fascina a todo el mundo.

¿Y cómo le devolvemos a los animales la noche?

Necesitamos tener algunos lugares con oscuridad total y utilizar corredores y reservas naturales oscuras para el bienestar de animales y plantas.