LA FECUNDA DESUNIÓN DE LA IZQUIERDA

"Podemos no irá en coalición con Sumar a las elecciones gallegas del próximo 18 de febrero. Las bases del partido han rechazado el preacuerdo alcanzado entre su dirección autonómica y la plataforma de Yolanda Díaz con un 62,36% de los votos, según los datos oficiales publicados este sábado. El resultado, vinculante, cierra la puerta a una candidatura unitaria del espacio político que con la marca En Marea se convirtió en 2016 en primera fuerza de la oposición".

La antropóloga Ruth Cardoso escribió hace tiempo un ensayo titulado 'El pueblo desunido jamás será vencido' . Su significado es profundo. Porque sociedades tan diversas y complejas como las nuestras, atravesadas por flujos de comunicación de múltiples fuentes, difícilmente pueden tener agregaciones políticas unificadas en torno a ideologías o visiones del mundo homogéneas. Aunque los intereses sociales puedan ser compartidos entre varias de ellas para constituir una mayoría política. El universo de los partidos fundados sobre un ideario programático pertenece al pasado y, probablemente, a un imaginario que nunca existió. - Manuel Castells.

Por eso los programas se bambolean al viento de la opinión pública. Esto no disminuye la importancia de organizaciones formadas en torno a un proyecto colectivo. Pero dichas organizaciones no pueden articular una mayoría porque ninguna puede acoger la diversidad social y cultural de la sociedad. Se acabó el partido de vanguardia comandando un frente amplio. La amplitud política es esencial, pero no va de frente, sino de confluencias y coaliciones.

Este análisis es aplicable a la izquierda española actual. En términos generales, los proyectos de Podemos y de Sumar son diferentes. Las elecciones municipales y autonómicas evidenciaron que los votos de Podemos, en ausencia de Sumar, restaron a la izquierda. En parte por la ley D’Hondt pero aún más por los indecisos de las dos formaciones. Recordemos que en el 2019 alguno creyó triunfar en las elecciones de julio sumando por anticipado los votos de Podemos y de Izquierda Unida. Al final, restaron.

Otra cuestión es la necesidad táctica de alianzas electorales incentivadas por una ley electoral hecha a medida de las grandes mayorías y de los intereses de la España rural. Pero en política, la movilización de cada electorado es tan importante como la preferencia de un segmento de población. Por lo que la separación orgánica entre Podemos y Sumar, seguida de negociaciones para coaliciones electorales, es lo más rentable, salvaguardando la estabilidad del Gobierno.

La cuestión es aún más importante si consideramos cuál es el bloque histórico de cambio político en España, basado en una alianza estratégica (con secuelas tácticas) entre la socialdemocracia del Estado español, la diversidad a la izquierda de la socialdemocracia, y los partidos nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, en su variedad ideológica. Porque solo un bloque de esta envergadura, con cada electorado movilizado por lo suyo, puede superar de forma estable una derecha extrema y una extrema derecha que hunden sus raíces en el centralismo político, en el catolicismo rancio y en los intereses descarnados de una parte de la élite económica (solo una parte) que son más rentistas que emprendedores.


Castilla, y en particular Madrid, están sociológicamente anclados en la derecha. No así el conjunto del país. Y de esa llamada periferia, mayoritaria de hecho, van surgiendo los brotes de un país europeo del siglo XXI que conjure de una vez los demonios que nunca pudimos exorcizar del todo.

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